LA SEÑO SOCORRO.

Hoy como es domingo, voy a ir al bosque a traerles una hierbita muy sabrosa. Ah! pero recuerden al lobo. . . y no le abran la puerta a nadie. –si mamita yo cuidaré la llave. ¡Muy bien rabito blanco. . .!
Así, de esta manera iniciaba el cuento de “Los cabritos y el lobo” uno de los tantos con que la maestra del kínder, la gran maestra, la excelente; la amiga de los niños, la amorosa, la juguetona; la gran “Seño Socorro” como le conocimos a mi tía, la Sra. Socorro Trujillo Gutiérrez, deleitaba nuestra infantil imaginación, al encender el aparato marca Radson para tocar justamente los discos de 45 revoluciones en los que se narraban los más conocidos cuentos de la época.

Muchas generaciones de Chinicuilenses gozamos de las enseñanzas de la Seño Socorro: desde las primeras letras, la veneración a nuestros símbolos patrios, entonar algunas canciones infantiles; recordemos por ejemplo aquella de la batalla del calentamiento en donde había que obedecer las órdenes del sargento, que no era otra cosa más que ayudar a los niños a que realizáramos algunos ejercicios de calentamiento, previo al recreo. O que tal aquella de “Pim Pom es un muñeco muy grande de cartón, que se lava sus manitas con agua y con jabón, que se desenreda el pelo con peine de marfil. . .” que incitaba a que observáramos algunas prácticas básicas de higiene personal.

Luego, deleitar nuestros paladares con la deliciosa cajeta de maicena, home made como dicen los gringos, que preparaba la Seño por la simple razón de ver a sus pequeños disfrutar. Creo coincidir con muchos de Ustedes, amigos, al señalar que la Seño Socorro deja una huella imborrable en la memoria de quienes tuvimos el gusto y el placer de ser sus alumnos y además, un ejemplo humano de lucha tenaz ante la adversidad. Guardo un doble privilegio: ¡ser su sobrino!
“Por el Orgullo de la Raigambre”

José Rafael Trujillo Trujillo