"A veces es necesario que alguien te visite para que conozcas lugares especiales que no están lejos de tu casa"
Alfonso Chávez Espinosa
Es el caso que en muchas ocasiones pasé relativamente cerca del Volcán Parícutin y me conformaba con voltear a verlo mientras manejaba rumbo a Peribán, Los Reyes o Tinguindín por motivos de trabajo, y no fue sino hasta que mi hija Ana Lizbeth y su esposo Chris programaron visitarnos este año, que hicimos planes con mi esposa, María Salomé, para llevarlos a algunos lugares, entre los cuales consideramos el volcán.
Como tengo la fortuna de contar con buenos amigos productores de aguacate, con quienes me une además una relación laboral ya que, entre otras cosas, atiendo de alguna manera el programa de exportación de esta delicia a los EUA y otros países, consideré buena idea que Liz y Chris (americano primerizo en México), conocieran también una huerta y una empacadora, y así fue como nuestros buenos amigos Ing. Agustín Audifred y su querida mamá, Doña Mila, nos recibieron el 29 de mayo, en su propiedad ubicada en Milpillas, cerca de San Juan Nuevo Parangaricutiro.
Agustín nos dio amplias explicaciones durante el recorrido por la huerta, y un Ingeniero que le atiende el laboratorio donde produce organismos benéficos (insectos y hongos con los cuales se combaten las plagas para evitar el uso de agroquímicos), hizo lo propio.
Agustín también nos acompañó a la empacadora de la organización llamada Aguacateros Integrados de Michoacán, donde es socio, que exporta a EUA, Japón y a otros destinos.
Posteriormente, la Sra. Mila nos ofreció una excelente comida y convivencia en los jardines de su casa de campo, donde además nos acompañaron varios amigos, entre los que se encontraba el Ing. Armando Martínez Sanabria, productor y líder de los aguacateros del municipio de Nuevo Parangaricutiro, y su apreciada familia.
Invitados por Armando nos hospedamos en el Centro Ecoturístico Pantzingo, propiedad de la Comunidad Indígena de Nuevo San Juan Parangaricutiro, rodeados de bosque y teniendo como fondo el volcán. A pesar de que era verano, por la noche tuvimos que ponerle leña a la chimenea.
(http://www.cdi.gob.mx/ecoturismo/michoacan_pantzingo.html)
Al día siguiente, finalmente nos dirigimos al volcán, solos ya que los guías de Pantzingo se fueron más temprano con otro grupo de huéspedes. Recorrer el camino al volcán es muy agradable porque vas apreciando la vegetación de coníferas y respirando el sabroso aire del bosque.
Cuando llegamos al pie del volcán los guías y grupo de visitantes ya bajaban después de su ascenso, justo cuando se soltó una lluvia con granizo. “Si van a subir espérense a que se despeje bien, porque ésta es una zona donde caen muchos rayos”, nos dijo uno de los guías, al tiempo que se hacía efectiva su advertencia, así es que esperamos una media hora dentro del vehículo y una vez terminada la lluvia comenzamos a subir.
Los vapores que emanaban de grietas por todos lados daban un toque especial al paisaje e inspiraban temor y reverencia ante el coloso, que, bueno, tampoco es tan grande como se piensa de cualquier volcán (lo cual por supuesto es bueno para quien piense subirlo). Yo creí que aquello iba a ser un apestoso lugar azufrado pero el vapor era inodoro.
Comenzamos el ascenso entre la rocas de todos tamaños cuidando de no sufrir heridas en los tobillos.
En una buena parte de la ladera se sube por un sendero que si bien es difícil por lo empinado del terreno, facilita la caminata.
Unos 50 minutos, a paso tranquilo y haciendo pausas, tardamos en llegar hasta la cima donde se encuentra esta oxidada cruz, que desentona con la formidable naturaleza, pero que al mismo tiempo nos recuerda que Alguien está pendiente de nosotros.
Finalmente vimos el cráter, más pequeño de lo que esperábamos (mide 262 m de diámetro y 280 de profundidad), pero no por ello menos atemorizante; la sensación de que te encuentras en peligro hace que “la adrenalina fluya”, como dijeran en las churropelículas americanas del Hallmark Channel.
El paisaje visto desde arriba es extraordinario y la emoción que se experimenta no tiene comparación.
Después de unos minutos de deleite a 2800 msnm, al iniciar el descenso la lluvia y el granizo se hicieron presentes de nuevo poniéndole más emoción al asunto. Al final todo salió muy bien.
Bueno, hasta aquí la versión turista del Parícutin, en unos días más pondremos la versión histórica, no se la pierdan. Espero que les hayan gustado estos lugares y se animen a conocerlos. Gracias a Lupita por su página y a mi colega Rafael Trujillo por publicar este material.
¡Dios bendiga a todos los Chinicuilenses (nacidos o de sangre, avecindados o adoptados en la página web de Lupita)!
Al día siguiente, finalmente nos dirigimos al volcán, solos ya que los guías de Pantzingo se fueron más temprano con otro grupo de huéspedes. Recorrer el camino al volcán es muy agradable porque vas apreciando la vegetación de coníferas y respirando el sabroso aire del bosque.
Cuando llegamos al pie del volcán los guías y grupo de visitantes ya bajaban después de su ascenso, justo cuando se soltó una lluvia con granizo. “Si van a subir espérense a que se despeje bien, porque ésta es una zona donde caen muchos rayos”, nos dijo uno de los guías, al tiempo que se hacía efectiva su advertencia, así es que esperamos una media hora dentro del vehículo y una vez terminada la lluvia comenzamos a subir.
Los vapores que emanaban de grietas por todos lados daban un toque especial al paisaje e inspiraban temor y reverencia ante el coloso, que, bueno, tampoco es tan grande como se piensa de cualquier volcán (lo cual por supuesto es bueno para quien piense subirlo). Yo creí que aquello iba a ser un apestoso lugar azufrado pero el vapor era inodoro.
Comenzamos el ascenso entre la rocas de todos tamaños cuidando de no sufrir heridas en los tobillos.
En una buena parte de la ladera se sube por un sendero que si bien es difícil por lo empinado del terreno, facilita la caminata.
Unos 50 minutos, a paso tranquilo y haciendo pausas, tardamos en llegar hasta la cima donde se encuentra esta oxidada cruz, que desentona con la formidable naturaleza, pero que al mismo tiempo nos recuerda que Alguien está pendiente de nosotros.
Finalmente vimos el cráter, más pequeño de lo que esperábamos (mide 262 m de diámetro y 280 de profundidad), pero no por ello menos atemorizante; la sensación de que te encuentras en peligro hace que “la adrenalina fluya”, como dijeran en las churropelículas americanas del Hallmark Channel.
El paisaje visto desde arriba es extraordinario y la emoción que se experimenta no tiene comparación.
Después de unos minutos de deleite a 2800 msnm, al iniciar el descenso la lluvia y el granizo se hicieron presentes de nuevo poniéndole más emoción al asunto. Al final todo salió muy bien.
Bueno, hasta aquí la versión turista del Parícutin, en unos días más pondremos la versión histórica, no se la pierdan. Espero que les hayan gustado estos lugares y se animen a conocerlos. Gracias a Lupita por su página y a mi colega Rafael Trujillo por publicar este material.
¡Dios bendiga a todos los Chinicuilenses (nacidos o de sangre, avecindados o adoptados en la página web de Lupita)!
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