Villa Victoria,Chinicuila Michoacán.: Una de Villanos

lunes, 19 de enero de 2009

Una de Villanos

No es una obra literaria y fotográfica que vaya a pasar a la posteridad, pero quiero darme el gusto de dedicarlo a la memoria de mi padre Emilio Chávez, para mi madre Hermelinda Espinosa que aún vive, mi esposa María Salomé y mis hijos Ana Lizbeth y mi yerno Chris, Alfonso, Alejandra y Fernando Daniel. Para toda la numerosa familia Chávez, y con el deseo de que todos los que visiten esta página lo disfruten.

Tres años después La Villa sigue igual, bueno, casi.

A la primera persona que vimos fue a mi amigo Juan Trujillo “La Gallina” (dicho con todo respeto, ya saben que en los pueblos los apodos son algo bastante normal: es imposible trascender si no se tiene un alias), quien amablemente nos dio la bienvenida al transitar por la calle principal (por cierto en sentido contrario, quién iba a pensar que un día La Villa iba a tener señalamientos viales, pero ahora entiendo porqué hace poco Lupita puso una foto de un compa con un burro: ahora solo se ven pick-up y cuatrimotos). Hago una pausa en mi relato para comentar que justo cuando escribía esto, a fin de ambientar el asunto, mi esposa me hizo el favor de arrimarme a la cama un vaso de leche con una “enchilada” hecha por el buen amigo Javier Mendoza, heredero de la dulce tradición panadera. Bueno, seguimos. Por la misma calle, sentado en la entrada a su casa, Baltazar Espíndola me recordó que ya “están viejos los pastores” al preguntar por mi edad y presumirme sus 65.

Así comenzó nuestra visita al terruño, junto con mi esposa y mi hijo Fernando (Alejandra anda por las tierras de Obama). Igual que la vez anterior nos hospedamos con Martha, superando la preocupación de mi esposa: “¿no estará lleno el hotel?”, me preguntaba por el camino. (Por cierto, gracias Miguel Magallón e Irma Godínez por ofrecerme de nuevo su casa).

Decía al principio que La Villa sigue casi igual porque hoy la vimos más sola y un poco más “abandonada”. A decir de varios poca gente la visitó en este fin de año. A lo mejor la crisis, a lo mejor otros destinos. Por otra parte, el último día del año estuvo “apagado”: poco ambiente y la plaza (“el jardín”), prácticamente a oscuras, el H. Ayuntamiento no puso ni siquiera unas lucecitas alrededor de las palmeras, de perdis hubieran soltado unas luciérnagas (“marthitas”, les decíamos en aquellos tiempos).

Pero el año viejo dejó algo nuevo y maravilloso: mis primos Roberto Espinosa y Titi Múgica tuvieron una preciosa niña (después de tres varones), y aquí va la foto:



Al siguiente día de nuestra llegada, en compañía de Roberto y su hijo José nos lanzamos al Barrancón con la idea de recorrerlo completo pero al poco rato abandonamos el intento, aunque lo que pudimos ver lo disfrutamos bastante, particularmente para mi esposa y mi hijo el lugar resultó asombroso por su mejestuosidad. Afortunadamente el arroyo del Aguacatillo llevaba bastante agua limpia, con lo cual el impacto de los restos fétidos del de La Villa se nos olvidó rápidamente.


El mismo día quise darle el gusto a mi esposa de que conociera La Toma, llegando un poco antes de que una gran cantidad de paisanos y visitantes, con ollas, gallinas, mezcal y demás en manos, arribaran para refrescarse.

Por dos días me di el gusto de recorrer el pueblo entre las 7 y las 8 de la mañana, cuando la tenue luz del amanecer hacía lucir las calles y casas, para deleite de este “villano” nostálgico. Poca gente madruga ya en La Villa (¿será por las telenovelas nocturnas, o porque ya no van al molino de nixtamal?). Al gran José Silva “El Indio” me tocó verlo las dos ocasiones ejercitándose entre la tienda de su hijo José y la casa de su hermano Enrique.

La última salida fue (en pick-up claro, gracias Roberto, José y Martín), más allá de Las Higueritas, a un rancho que por mucho tiempo fuera de mi padre y antes de su abuelo materno, llamado “Los Once Pueblos”. Ahí, al pie del mangal y junto a los restos de un trapiche se aflojaron mis sentimientos y los recuerdos galoparon de nuevo. Hace ya muchos años en ese lugar llegamos a dormir con mi padre tendidos sobre un hule de los utilizados para taparse de la lluvia (“mangas”, les decíamos), con la silla de montar como almohada, para madrugar a ordeñar las vacas y llevar temprano la leche a La Villa (por cierto leche sin bautizar). Ahí es donde quiero que mis cenizas sean esparcidas llegado el momento (“¿porqué ahí?“, pregunta mi esposa al recordar cuando hace algunos años llegamos a caballo y cayó sobre una roca con todo y animal, pero yo creo que ya no sufrirá porque ahora…. el viaje se hace en pick-up). Ustedes vean las siguientes imágenes y comprenderán “porqué ahí”, claro, yo para entonces ya no veré toda esta hermosura, pero bueno, ya saben, la última voluntad es el humano capricho que espero no se me niegue.

Bueno, como siempre me sucede cuando voy a La Villa el tiempo se paró para mí, me olvidé de la inútil costumbre de preocuparme y me sentí diez años más joven (a pesar de lo que diga Balta). Me faltó hacer cosas importantes como platicar con grandes amigos como Oscar “Quini” Larios, Rogaciano Gutiérrez, Juan Trujillo, Manuel Cuevas y Chuy Calvillo, con quienes, entre otros igualmente apreciados, compartí la aventura de cursar preescolar y primaria recibiendo la orientación y enseñanzas de los grandes maestros: Socorro Trujillo, Esthela Olivares, Bertha Pineda, Anastasio Esparza, Rubén Venegas, Norberto Esparza y Oscar Larios. Igualmente me quedé con las ganas de escuchar unas buenas “charras” de Juanito Espíndola y visitar a mis primos Lalo y Lola Trujillo, así como a mis tíos J. Guadalupe Gutiérrez y Elena; esa será parte de la tarea para la siguiente ocasión. Por ahora le paramos.

Les dejo algunas fotos más, de mi tía Fausta Chávez, José, Samantha, de Titi, Martha y mi esposa, Javier en su panadería, Rubén Acevedo y Toya Vergara, una nocturna especial (que por cierto me costó ir dos noches a “El Reparo” para obtenerla, porque el sitio estaba ocupado por parejitas: ¡mamás y papás de La Villa cuiden a sus hijas!), y, por último, atendiendo las peticiones de mis múltiples admiradoras (mis dos hijas, mi esposa y mi mamá), una mía teniendo por fondo un paisaje extraordinario.

Te agradezco mucho Lupita la oportunidad de compartirles esta visita a Chinicuila, nos dio mucho gusto haberte visto, igual que a tu apreciada familia, un abrazo para tu abuelo Don Simón.

¡Dios bendiga a todos los chinicuilenses (nacidos o de sangre y avecindados)!

5 comentarios:

Anónimo dijo...

ahhhh! como me hubiera gustado estar ahi me acuerdo de la ultima vez que fuimos y me da mucha nostalgia me acuerdo cuando de chica renegaba cuando mi familia queria salir de viaje y como me sentia ya muy grande ponia cara de fuchi y sangrona y ahora... es una de las cosas que mas extrano...les mando un abrazo familia y a pesar de la distancia los llevo a todos lados en mi corazon...Alejandra Chavez (yo no naci en chinicuila pero si en colima y como esta pues ahi nomas a un ladito cro que cuenta hahaha)

Anónimo dijo...

ah y asi como yo pueden dejar sus comentarios aunque no tengan cuenta de google como les pide ahi solo pongan la palabra que les pide y luego seleccionen la identidad de anonimo para que no les pida ningun coreeo o contrasena pero eso si no se olviden de poner su nombre para saber quien saluda un beso y ahora si ya me voy! jiji

Anónimo dijo...

Alfonso, igualmente agradezco tus interesantes aportaciones, se el gran interés y orgullo que sientes por Chinicuila. Felicidades. Nuestros mejores deseos para Tí y tu familia, reciban un fuerte abrazo.
Lenin Trujillo.

Anónimo dijo...

Muy bien don Alfonso
Que bueno conocer tu tierra aunque sea en fotos, muy bonita, y tienes dotes de escritor.
Daniel Carrillo

Anónimo dijo...

HOLA ALFONSO ¡¡¡
FELICIDADES, LA VERDAD HE DISFRUTADO MUCHO TU RESEÑA Y DESCUBIERTO LUGARES ASOMBROSOS DE VILLA.
CUANDO TENGAS OPORTUNIDAD SIGUE LEITANDO NUESTROS OTROS OJOS CON TUS REDACCIONES Y ALIMENTANDO EL ORGULLO DE SER " VILLANO ".
SALUDOS AFECTUOSOS PARA TI Y TU FAMILIA.
JACQUELINE TRUJILLO V/GUADALAJARA