Alfonso Chávez Espinosa
Hace algún tiempo Lupita publicó en este espacio un pequeño homenaje que quise rendir al querido maestro Anastasio Esparza Guerrero (Tacho). En esa ocasión transcribimos de su libro “Suroeste Michoacano”, editado en 1953, su narración de hechos ocurridos durante la Intervención Francesa y específicamente en 1866, cuando el General Julio García derrotó al temido jefe militar francés Berthelín, participando en esta lucha un grupo de valientes chinicuilenses.
Ese pasaje de la vida de nuestra tierra corresponde a la 2ª Intervención Francesa a nuestro país, sucedida entre los años 1862 y 1867, ya que la primera fue la llamada “Guerra de los Pasteles”, ocurrida entre noviembre de 1838 y marzo de 1839, luego del desorden en que vivía nuestra república al culminar en 1821 la Guerra de Independencia (por cierto, quien logró finalmente la independencia de México fue Agustín de Iturbide, de quien la historia, no siempre justa, solo resalta que como comandante en jefe del ejército del Virreinato, combatía a los reducidos grupos de insurgentes que desordenadamente, y sin muchos augurios de éxito, luchaban por el mismo fin, y por el abrazo con Guerrero el 10 de febrero de 1821 en Acatempan, encuentro y acto en los cuales según algunos estudiosos en realidad no participó Iturbide, sino uno de sus subordinados, tras lo cual, sea como sea, Guerreo quedó bajo las órdenes de Iturbide); pero, volviendo al tema, el motivo de que la gente llamara a la segunda incursión bélica de los galos la “Guerra de los Pasteles”, fue que entre las quejas presentadas por franceses que vivían en México a su embajador por los desórdenes en nuestro país, destacó la de un tipo llamado Remontel, quien tenía un restaurante en Tacubaya, ya que algunos oficiales del gobierno del Presidente Santa Anna se comieron ahí unos pasteles sin pagarlos; siendo esta y otras quejas más lo que dieron motivo a la intervención referida, a propósito de lo cual les cuento que uno de los mediadores para lograr la paz fue el primer Presidente de México y en cuyo honor nuestro pueblo tomó su nombre, me refiero por supuesto a Guadalupe Victoria, quien en realidad se llamaba José Miguel Ramón Adaucto Fernández y Félix (pero como dijera la viejita: “esa, es otra historia”).
Hoy, del mismo apartado del libro “Suroeste Michoacano” denominado “PARTICIPACION DE CHINICUILA EN LOS DIVERSOS MOVIMIENTOS ARMADOS DEL PAIS”, transcribiremos parte del capítulo que el maestro Tacho dedicó a “LA REVOLUCION MEXICANA”.
“La región entera se estremece con las noticias procedentes del Centro relativas a los sucesos ocurridos en Puebla en noviembre de 1910. Todos los chinicuilenses quedaron a la expectativa, muchos de ellos listos para luchar por la reconquista de las libertades conculcadas por la dictadura porfiriana.
Los hechos de armas registrados en partes lejanas del país y el deseo popular de un cambio completo en la cosa pública para terminar con la perpetuación en el poder de un grupo de privilegiados del porfirismo, influyeron en el ánimo de numerosos chinicuilenses, quienes durante los primeros meses del año de 1911, estuvieron pendientes de los acontecimientos nacionales de aquellos días.
Por fin, a fines de abril del propio año de 1911, comenzaron a organizarse diversos contingentes del Municipio de Chinicuila a favor de aquel movimiento nacional iniciado por Don Francisco I. Madero.
En Chinicuila del Oro (hoy Villa Victoria), encabezaron la revolución maderista los señores José Trujillo Gutiérrez, Antonio Valladares Trujillo y J. Nepomuceno Mendoza Arceo. En Chacalapa, los señores José Bueno Berrueco y Juan Bueno Larios y en Tehuantepec el señor Juan Martínez Valladares.
José Trujillo Gutiérrez
La proclamación del movimiento se llevó a cabo en Chinicuila del Oro la noche del día 2 de mayo. Más de trescientos hombres, en su mayoría campesinos, armados varios y otros sin armas aún, encabezados por los citados Jefes, recorrieron la calle principal gritando entusiasmados: “¡Viva Francisco I. Madero!”, “¡Viva la libertad!”, “¡Abajo Porfirio Díaz!”, “¡Muera el mal Gobierno!”, “¡Viva México!”.
Los elementos de Chacalapa, por su proximidad con el Estado de Colima, marcharon hacia aquella Entidad participando en el ataque y toma de la capital colimense, el día 7 de mayo. El General Eugenio Aviña, Jefe de los maderistas en aquel Estado, nombró como su segundo al ya Coronel Bueno Berrueco y dio grado de Teniente Coronel a Juan Bueno.
Los de Chinicuila y Tehuantepec, en número de doscientos, continuaron organizándose y haciéndose de armas para marchar sobre la plaza de Coalcomán, cosa que verificaron hasta el día cuatro de junio, tomándola sin combatir, pues las tropas federales la habían abandonado.
Al establecerse los revolucionarios maderistas en Coalcomán, designaron desde luego a Don José Trujillo Gutiérrez, como Prefecto del Distrito, quien tomó posesión el día seis del propio junio.
Por un tiempo, el nuevo Prefecto y sus colaboradores, quedaron resguardados por las fuerzas de Valladares, Mendoza y Martínez, que se alternaban en aquel servicio.
El resto de este año pasó sin alteración ninguna. Igualmente el año de 1912, transcurrió en completa calma en toda la región. Lo único notable fue que en octubre el señor Trujillo Gutiérrez, fue substituido en la Prefectura del Distrito por el señor Emiliano García, nombrado por el Gobierno del Estado.
Vuelto a Chinicuila, Don José Trujillo Gutiérrez se dedicó a la explotación de la fibra de palmillo en el rancho llamado “Ojo de Agua del Cobre”, para lo cual tuvo que establecerse en Barranca Seca de Larios. Tales trabajos los emprendió por cuenta de una casa de México, D.F., llamada “Hidalgo y Compañía”.
Los reaccionarios de la región, como los de todo el país, no podían conformarse con aquella situación creada por la revolución maderista y que les había hecho perder privilegios, pues ya los trabajadores comenzaban a sentirse hombres libres y los señorones y señoritos habían perdido mucha de la autoridad que el porfirismo les había dado.
Los revolucionarios de Chinicuila aunque dedicados a sus trabajos en sus respectivas residencias en forma pacífica, eran vistos con desdén y tratados con hostilidad por los reaccionarios, quienes les hicieron objeto de intrigas, calumnias y cuantas infamias pudieron. Al dejar la prefectura del Distrito Don José Trujillo Gutiérrez, aquella campaña de mentiras se agudizó contra los soldados de la causa del pueblo. La primera víctima fue Don Juan Martínez Valladares de Tehuantepec. Se le acusó de tener una fábrica de cigarros clandestina. De Coalcomán salieron órdenes para que el empleado del timbre de Chinicuila del Oro, hiciera una visita a la casa de Martínez. Era una burda patraña lo de la fábrica clandestina de tabacos.
(Tercero de izquierda a derecha)
De todas maneras Martínez quedó desconfiado, más cuando se comenzaron a ver individuos sospechosos cerca de su rancho que tal vez trataban de asesinarlo. Todo esto lo obligó a mantenerse en guardia.
Aquella actitud de Martínez la aprovecharon también los enemigos, logrando que se revelara contra el Gobierno, para eliminarlo ahora por este medio. Le insinuaron que abrazara la causa Orozquista a sabiendas que aquel movimiento contrarevolucionario había sido ya liquidado.
El día 27 de Enero de 1913, en la madrugada, entra Juan Martínez con diecinueve hombres armados a Chinicuila del Oro y al grito de “¡Viva Pascual Orozco!”, se apodera de los insignificantes fondos que había en la Agencia del Timbre y en la Receptoría de Rentas.
Los numerosos amigos de Juan, entre ellos su cuñado Don Justino Pineda, el Presbítero J. Jesús Gómez y su antiguo compañero de armas Don J. Nepomuceno Mendoza, lo entrevistaron inmediatamente haciéndole ver el engaño de que había sido víctima y convenciéndolo para que se retirara y depusiera la actitud rebelde en que andaba. Juan comprendió todo y ordeno el retiro inmediato de su gente. Pero un individuo llamado José Cerda, que había sido destacado en Chinicuila del Oro, para servir a los intereses de la reacción y que para facilitarle su cometido se le había dado el cargo de Secretario del Ayuntamiento, no quiso dejar pasar aquélla oportunidad para provocar una escaramuza y poder matar a Martínez. El propio Cerda, aprovechando que dos de los de Tehuantepec se habían quedado aún en el pueblo comprando algunos objetos, disparó su pistola sobre ellos. A las detonaciones se reunieron algunos vecinos y se regresó Martínez con su gente, suscitándose un tiroteo cuyos resultados fue un muerto, tres heridos, entre ellos el propio Juan Martínez, con un balazo en un costado y el caballo de éste también muerto. L a oportuna y nueva intervención de Don Justino Pineda, del cura Gómez y Mendoza, terminó este lamentable incidente que estuvo a punto de concederles a los reaccionarios lo que deseaban: dividir a la familia revolucionaria chinicuilense; pero no lo lograron.
Juan, herido, fue llevado a su casa de Tehuantepec, donde pronto sanó de su casi mortal herida y volvió a dedicarse a cultivar la tierra.
Todo volvió a la calma en la región, pero cuando se supo del asesinato de Madero y Pino Suárez, así como de la usurpación que del Gobierno de la República hizo el chacal Victoriano Huerta, los leales maderistas de esta comarca, quedaron en actitud vigilante, listos a cualquier indicación para luchar por la legalidad”.
Hasta aquí dejamos la entrega de hoy, aún hay material interesante incluyendo exclusivas fotos que publicaremos otro día. Gracias a mi esposa, María Salomé, por el apoyo en la captura y a mi hija Alejandra María, con las fotos.
Muchas gracias Lupita y Rafa por insertar este artículo. Un abrazo afectuoso para todos los Chinicuilenses y demás apreciadores del Terruño.
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