Alfonso Chávez Espinosa y su esposa Mary.
En el artículo anterior sobre la participación de Chinicuila en los diversos movimientos armados del país, vimos parte de la narración que el Profesor Anastasio Esparza Guerrero (Tacho), hace en su libro “Suroeste Michoacano”, sobre la “LA REVOLUCION MEXICANA”, donde destaca las figuras de los maderistas José Trujillo Gutiérrez, Antonio Valladares Trujillo, J. Nepomuceno Mendoza Arceo y Juan Martínez Valladares.
En esta ocasión continuaremos la historia.
“En el mes de abril de aquel año de 1913 fueron a la ciudad de México los señores José Trujillo Gutiérrez y Antonio Valladares Trujillo, en donde se entrevistaron con los señores Rafael y Jesús Ordorica Villamar, Antonio Díaz Soto y Gama y otras personas que habían acordado secundar el Plan de Guadalupe expedido por don Venustiano Carranza para combatir al usurpador Victoriano Huerta.
El día 23 del citado abril regresaron Trujillo y Valladares a Chinicuila del Oro. Traían varias carabinas nuevas y algunos costalitos llenos de parque. El segundo traía documentos que lo acreditaban como General y Trujillo como Coronel. Desde luego se dedicaron a la labor de reclutamiento de elementos para efectuar un nuevo levantamiento armado en la región.
Lo primero que hicieron fue llamar a Juan Martínez y a J. Nepomuceno Mendoza. Entre los cuatro convinieron en reunir hombres de todos los puntos de la región, es decir, de Chinicuila del Oro, Tehuantepec, Chacalapa, Coahuayana, Aquila, Barranca Seca de Larios, Cerro de Morenas, Huitzontla, etc.
A mediados de mayo llegaron a Chinicuila, procedentes de la capital de la República, los señores Ordorica Villamar acompañados de un joven militar a quien llamaban General Hurtado. Desde luego se procedió a reunir a los diversos contingentes reclutados que quedaron al mando del General Brigadier Don Antonio Valladares Trujillo. Como jefes subalternos quedaron el Coronel Don José Trujillo Gutiérrez y los Capitanes J. Nepomuceno Mendoza Arceo y Juan Martínez Valladares.
Al grito de “¡Viva Madero y muera Victoriano Huerta”, el día 21 de mayo de 1913, como a las 11:00 horas salieron de Chinicuila los revolucionarios “constitucionalistas” en número de trescientos con destino a Coalcomán, de cuya plaza se hicieron cargo la madrugada del siguiente día. El Prefecto Emiliano García huyó al saber que se acercaban los “pronunciados” de Chinicuila.
Al caer la noche del día 22, arribaron a Coalcomán Don Cenobio Moreno y Don Sabás Valladares, con su gente del rumbo de Apatzingán, y Rafael Sánchez Tapia y Benjamín Ruíz con la suya procedentes de Aguililla. Esta reunión había sido previamente acordada por todos aquellos valientes jefes revolucionarios.
El día 23 se acordó la forma en que se combatiría al huertismo y se designó Prefecto del Distrito nuevamente al íntegro liberal chinicuilense Don José Trujillo Gutiérrez.
La mañana del día 24, el Gral. Cenobio Moreno y el Corl. Sabás Valladares, con sus fuerzas, partieron hacia Apatzingán, plaza que el día 30 cayó en su poder. Los hermanos Ordorica Villamar y el Gral. Hurtado los acompañaron. El Coronel Benjamín Ruíz, Rafael Sánchez Tapia y su gente, salieron con destino a Aguililla y Arteaga; por cierto que en una acción de armas que tuvo lugar el 4 de junio siguiente en Barranca Honda, por el rumbo de Arteaga, cayeron valientemente el Coronel Ruíz, el de igual grado Miguel Villaseñor, el Teniente Coronel Leopoldo Bustos y otros. Esta fue una emboscada puesta por el Gral. Gordiano Guzmán.
Las fuerzas de Antonio Valladares Trujillo se quedaron en Coalcomán a fin de operar en la región suroccidental de Michoacán.
Uno de los primeros actos del Prefecto Trujillo fue nombrar Secretario de la Prefectura a Don J. Jesús Ordorica (Sr.), padre de los dos revolucionarios que ya conocemos. El señor Ordorica desempeñaba el cargo de Secretario del Ayuntamiento de Chinicuila del Oro, que dejó para mejor servir a la causa constitucionalista.
En seguida el señor Trujillo dio aviso de su toma de posesión al Gobierno del Estado, a la sazón en poder interinamente del General enemigo Alberto Dorantes, quien, se dice, le dio la siguiente camandulera respuesta telegráfica: “Haga usted cesar el movimiento revolucionario y se le reconocerá como Prefecto de Coalcomán”.
Don José Trujillo, que tenía un alto concepto del honor, creyó aquella hipócrita promesa y cayó en la trampa. Licenció de inmediato las fuerzas de Valladares, de Mendoza y de Martínez, que evacuaron Coalcomán, volviendo cada Jefe a su lugar de origen y disolviendo los grupos.
Quedó solo Trujillo en Coalcomán únicamente con su Secretario, señor Ordorica, y algunos soldados que hacían el servicio de policías. Comunicó lo anterior al gobierno y el funesto resultado no tardó.
A las 7 de la mañana del día 28 de mayo de 1913, entró a Coalcomán el Mayor Tomás A. Bravo con un fuerte contingente de tropa federal que venía escoltando al Prefecto huertista Emiliano García. Venían como subalternos de aquel militar los Capitanes Castro y Velázquez. Aquella tropa irrumpió desenfrenada las calles del pueblo allanando los hogares a mano armada.
El señor Trujillo no quiso huir, a pesar de las indicaciones que algunos amigos como don Ezequiel Genel, le hicieron; sin embargo aceptó ocultarse en la casa de un señor llamado José López. Pero los reaccionarios, que vieron una excelente oportunidad para deshacerse por fin de aquel gran revolucionario, denunciaron su escondite ante los esbirros del usurpador Huerta. Se procedió a buscarlo pero no pudiendo localizarlo, ya se retiraban los buscadores cuando un sujeto hipócrita y convenenciero, para congraciarse con los huertistas, les dijo que ahí en aquella casa se había ocultado e insistió tanto que la escolta se regresó y efectivamente encontró a Trujillo, que desde luego se entregó con toda entereza y dignidad de que siempre dio pruebas.
Al estar frente al Capitán Velázquez que comandaba la escolta aprehensora, manifestó a este el mensaje recibido de Morelia, cuyo texto insertamos antes. El mencionada oficial, insolente y petulante, le arrebató el papel. Lo destruyó y arrojó los pedazos a la cara de Trujillo, diciendo a éste “Vamos Jefe de los bandidos de Chinicuila” y trató de empujarlo, pero nuestro paisano esquivó el empellón y, digno y valiente, le contestó “Bandido será usted hijo de la…” y le asestó tan tremendo bofetón que el Capitán pretoriano se tambaleó y escupió sangre.
Este valeroso acto de Trujillo aceleró su muerte, pues al poco rato de ser aprehendido fue conducido al patíbulo, consumándose el sacrificio a las once de la mañana de aquel funesto 28 de mayo de 1913, sobre el costado norte del extremo oriente de la calzada “Valente Manzo”, que va de Coalcomán al panteón.
Al llegar don José Trujillo Gutiérrez al lugar donde le iban a inmolar, se le presentó el cura Francisco del Río que le ofreció sus auxilios espirituales, que con toda cortesía rechazó Trujillo, rogando solamente al sacerdote le hiciera favor de hacer llegar a su destino dos recados que iba a escribir, mismos que con toda serenidad sobre sus rodillas hizo. Uno dirigido a su esposa, doña María Refugio G. de Trujillo, radicada en Chinicuila del Oro (hoy Villa Victoria) y el segundo era para su prima Perfecta recomendándole levantara su cadáver, le pusiera ropa limpia, lo llevara a su casa a velar y le diera sepultura.
Terminados los recados, Trujillo repartió entre los soldados que le iban a fusilar, el poco dinero y cigarros que llevaba. Cuando pretendieron vendarlo, no lo permitió diciendo: “A los hombres no se les tan los ojos para matarlos” y agregó “Estoy listo muchachos”, irguiéndose con toda gallardía y con mirada altiva, esperó la descarga.
El capitán Velázquez se vengó. Dio la voz de fuego y el vigoroso cuerpo de José Trujillo Gutiérrez se desplomó para siempre.
En el sitio donde cayó fue velado su cadáver, porque el jefe huertista Tomás A. Bravo, no permitió a doña Perfecta Trujillo de Genel que lo levantara, por lo que la honorable dama, que era prima hermana del finado y esposa de don Ezequiel Genel, sólo se concretó a conseguir velas y una tabla. Sólo fue auxiliada por su pequeña hija Eva y por dos humildes amigos de Trujillo, los señores Arnulfo León y Eliezer Amezcua. El primero de ellos mandó llamar a sus hijos para que ayudaran a conducir el modesto ataúd al panteón la tarde del mismo día del asesinato.
Así acabó la vida de aquel leal maderista, caudillo y animador principal del movimiento revolucionario de toda la región; de aquel hombre de generosas ambiciones y temperamento idealista; preclaro liberal chinicuilense, el hombre-símbolo de los villavictorenses, tan noble, tan íntegro, tan valiente, tan hombre.
Mientras se daba sepultura al cadáver del señor Trujillo, los huertistas, sedientos de sangre maderista, localizaban a don J. Jesús Ordorica, que fue inmediatamente encarcelado e incomunicado. Cuantas gestiones se hicieron para salvarlo fueron inútiles. La soldadesca lo vejó sin importar su avanzada edad.
El jefe huertista, de acuerdo con el Prefecto García, ordenó el fusilamiento de este honrado maderista, cuyo único delito fue serlo y ser amante de la libertad. El sacrificio de este nuevo mártir fue en la madrugada del día 29 de mayo de 1913.
Las fuerzas constitucionalistas de la región, que como se dijo, habían sido licenciadas, se encontraban por lo tanto dispersas. Los jefes, que también estaban dedicados a sus labores habituales, comenzaron a ser tenazmente perseguidos y como no les daban tiempo para reorganizarse, unos días huían, otros trabajaban, pero bajo constante zozobra y desconfianza.
La consigna del usurpador dada a sus secuaces era la de exterminar por todos los medio a los fieles maderistas. Por ello la tercera víctima del Prefecto Emiliano García, fue el valeroso Juan Martínez Valladares, que fue “venadeado” en su rancho de Tehuantepec, mientras escardaba su labor, la mañana del 29 de junio del propio año de 1913, justamente un mes después de las muertes de Trujillo y Ordorica.
Eliminados Trujillo y Martínez, los demás jefes revolucionarios tuvieron que refugiarse en las montañas, pues no solo tenían que cuidarse de los soldados federales, sino también y más de los “judas” que siempre y en todas partes han existido.
Columnas volantes de federales al mando de los Capitanes Castro, Velázquez y Hernández, recorrían constantemente la región de Chinicuila, partiendo desde Coalcomán. La resistencia de los revolucionarios era muy débil, debido a que no contaban con elementos de guerra ni había quien se los proporcionara, dada la región tan apartada en que operaban. Se concretaban pues a llevar una guerra de guerrillas para poderse hacer de armas y parque. El jefe de estos grupos de guerrilleros fue don J. Nepomuceno Mendoza Arceo, pues don Antonio Valladares Trujillo se había ya retirado a la vida privada, no sin antes haber sido víctima del huertismo que lo tuvo encarcelado en la Penitenciaría de Morelia, de donde salió imposibilitado para proseguir luchando contra la usurpación.
El lado adverso sigue abatiendo guerrilleros chinicuilenses. En noviembre del mismo fatídico año de 1913 cayó Apolinar Mendoza Arceo.
Entra el año de 1914 y encuentra a los constitucionalistas diseminados por toda la comarca. Cada uno tiene su arma pero sin parque o con muy poco. Están un tanto desorientados. Les falta un Jefe dinámico, decidido, organizador.
Tanto el Coronel don José Bueno Berrueco como su primo el Teniente Coronel Juan Bueno Larios, desde el triunfo de la causa maderista se habían retirado a sus fincas rústicas de Maravillas y Chacalapa respectivamente, dedicándose a la agricultura. En esta situación se hallaban al comenzar el año de 1914, pero atento siempre a los sucesos nacionales.
Cuando en la región parecía que las tropas huertistas habían vencido y terminado con el constitucionalismo, cuando ya no se veían por ningún lado los “pronunciados” chinicuilenses, los expresados Jefes Bueno, con nuevos y animosos Oficiales, efectuaron nuevo levantamiento en marzo de 1914 con elementos de Chinicuila del Oro, Chacalapa, Huizontla, Coahuayana, Estopila, Aquila, Tehuantepec, Salitre de Copala, Cerro de Colima.
El Coronel José Bueno, por su experiencia, valor, serenidad y otras cualidades propias para el caso, fue reconocido por todos como el Jefe Supremo de aquellas fuerzas. Sus más cercanos subalternos fueron los CC. Teniente Coronel Juan Bueno Larios; el Mayor Esteban Alcocer, ex¬ Prefecto de Coalcomán; y los Capitanes Vicente Mendoza Arceo, Juan Gaitán Gutiérrez y Esteban Bueno Berrueco.
A fines de abril y comienzos de mayo dio principio la formal organización de aquellos contingentes. Poco a poco fueron reuniéndose en Chacalapa, de tal manera que el día 20 del propio mayo, ya estaban reunidos y organizados los elementos de los Bueno y Mendoza. El día 21, arribó del Estado de Colima el General Alamillo y el Mayor Alcocer; el día 22 llegaron las fuerzas del Capitán Juan Gaitán Gutiérrez.
El citado día 22, al obscurecer, cayó prisionero con su escolta de cinco soldados bien armados, un joven oficial del Ejército Federal huertista, que iba en el desempeño de una comisión de Coalcomán a Coahuayana y San Vicente. Fue tal la sorpresa y tanta la audacia de los revolucionarios del General José Bueno, que al hacer aquella aprehensión no fue necesario disparar ni un solo tiro.
A los cinco soldados se les recogieron las armas y parque y se les dejó en libertad. Al Oficial se le conservó prisionero y se pretendió fusilarlo, pero la intervención magnánima de doña Ma. Félix Larios Viuda de Bueno, madre del Teniente Coronel Juan Bueno, lo salvó, permitiéndosele marchar desarmado hacia la ciudad de Colima. Dicho Oficial se llamaba Leopoldo Ortiz Sevilla, quien con el tiempo llegó a ser General de nuestro Ejército Nacional.
Ya entrada la noche del referido día 22, se destacó una columna de elementos seleccionados al mando directo del Coronel Bueno Berrueco. Su objetivo era el ataque y toma de la hacienda de San Vicente, del hoy Municipio de Coahuayana, en donde se encontraba un destacamento federal y, para sorprenderlo, la columna hizo su salida por Achotán, rodeando por las Alazanas y salir al Ranchito, lugar éste donde se tomaron los últimos dispositivos de ataque, el cual se llevó a cabo la mañana del día 23 y que resultó efectivamente unan victoria total para los atacantes, pues fue muerto el Comandante huertista y nueve de sus soldados.
El Capitán Vicente Mendoza Arceo, encargado de ejecutar el asalto al lugar defendido precisamente por el jefe huertista, demostró su audacia y valor al sostener un duelo personal a balazos con dicho jefe federal, cayendo muerto éste y herido Mendoza de una pierna.
El mencionado jefe huertista muerto por Mendoza era nada menos que el Capitán Velázquez, mismo que hacía un año había fusilado a don José Trujillo Gutiérrez en Coalcomán y lo había insultado llamándolo “Jefe de los bandidos de Chinicuila”.
El mismo día 23 de mayo de 1914, al amanecer y cumpliendo con el plan acordado en la noche, salió de Chacalapa el Capitán Gaitán con destino a Coahuayana, con la consigna de cuidar aquel flanco y reforzar a los atacantes de San Vicente; lo que no fue necesario y se regresó el mismo día.
La represalia no se hizo esperar. Fuerzas federales de Colima y Coalcomán en diversas fechas, incendiaron los poblados de Chacalapa y Maravillas; saquearon cuanto había y se llevaron los ganados de los señores Bueno.
El día 28, estuvieron en Chinicuila del Oro todas las fuerzas del Coronel José Bueno, en número de cuatrocientos hombres.
Allí estaban el Teniente Coronel Juan Bueno; el Mayor J. Nepomuceno Mendoza; los Capitanes Vicente Mendoza, Esteban Bueno, Juan Gaitán y Arcadio Chacón; los Tenientes Gonzalo Suárez, Isidro Pineda, José Muñiz, Manuel Chacón, Pablo Suárez y otros de menor graduación. Venían como acompañantes el señor General Alamillo y el Mayor Alcocer.
La columna marchó rumbo a Colima con el propósito de atacar dicha plaza, pero en los primeros días de junio se encontró con un fuerte contingente federal y se trabó rudo combate en el punto llamado “La Ceja”, entre el río del Naranjo y la hacienda de Salitrillos, Col.
Con valor se batieron las huestes de Bueno, pero la falta de una verdadera disciplina militar y la falta de premeditación con que arrojaban a la pelea aquellas fuerzas inexpertas, hizo que se desbandaran y cada uno o grupos de dos o tres peleaban por su cuenta sin atender a las órdenes de los Jefes. Fue aquel un combate encarnizado en el que, a la postre, no hubo vencedor, pues las fuerzas federales se replegaron hacia Tepames, Col., creyéndose derrotadas y entre tanto los revolucionarios constitucionalistas salían aislados unos de otros hacia el Cerro de Tierras Morenas. Algunos rezagados, llegaron al Cerro llevando un puñado de fusiles recogidos a los federales muertos. El ex-Prefecto Alcocer fue herido y se extravió al abandonar el campo de la lucha; un ranchero enemigo suyo, lo reconoció y le dio muerte.
Pocos días después se rehicieron y salieron con destino a Tecomán, Col., y puntos intermedios, que iban tomando con demasiada facilidad. Establecieron servicios de guarnición en todos los poblados de los Municipios de Chinicuila y Aquila.
Por estos días comenzaron las fuerzas federales a hacer más frecuentes expediciones por toda la región, dizque tratando de batir a los rebeldes, pero en realidad lo que hacían era atropellar familias, incendiar y saquear despiadadamente a los poblados, llevarse los ganados y cuantas tropelías les era posible cometer.
En una de aquéllas incursiones, el Capitán Castro se llevó a Coalcomán, en calidad de rehenes de Chinicuila del Oro a varios familiares y amigos de los revolucionarios, que permanecieron detenidos en el cuartel y en la cárcel, más de un mes.
El día 26 de junio se efectuó nueva reconcentración de fuerzas revolucionarias carrancistas en Chinicuila del Oro. El Coronel Bueno reunió a sus subalternos y se tomaron los acuerdos necesarios. El día 29 una columna de más de trescientos hombres salió rumbo a Coalcomán al mando personal del Coronel Don José Bueno. En aquéllos días se había incorporado un agente de cierta casa comercial de Guadalajara, que simpatizaba con el movimiento. Fue aceptado por el Coronel Bueno y participó en el ataque a Coalcomán, y días después el propio Jefe lo nombró su Secretario y Pagador de sus fuerzas. Aquél nuevo elemento carrancista se llamaba José Cortés Ortiz y después llegó a ser General.
El día 30 de dicho junio de 1914, comenzó el asedio a Coalcomán. El ataque se prolongó hasta las once del día. Hubo varias bajas por ambos lados. Los atacantes perdieron, entre otros, al denominado Teniente Isidro Pineda González que cayó ya en el centro de la población, lo que da a entender el empuje valeroso que Bueno y Mendoza hicieron por el flanco les tocó atacar.
A pesar de los esfuerzos e ímpetu de aquellos jefes, no pudo ser tomada la plaza. Varias fueron las causas: No se tuvo cuidado para guardar en secreto los planes, fechas y demás datos para que el ataque, pues esto era bien sabido por todos en Coalcomán, por lo que la guarnición federal tuvo tiempo de fortificarse y evitar sorpresas. Luego la señal convenida (el estallido de un cohetón), fue dada antes de que todas las fuerzas llegaran al punto desde donde iban a lanzarse. Estos factores ocasionaron que los grupos del Coronel Bueno y del Capitán Mendoza no pudieran asaltar las posiciones enemigas, pues les faltó el apoyo que en vano esperaron de quienes debían atacar por la parte norte y noreste de aquella población. A las once del día comenzaron los diversos grupos a retirarse. Este fracaso, a pesar de todo. Sirvió para acreditar la intrepidez y temeridad del coronel José Bueno y del Capitán Vicente Mendoza.
Al día siguiente de estos acontecimientos, un grupo de vecinos dio un banquete al Prefecto Manuel M. Ayala y al Capitán Anastasio Castro, por su triunfo sobre los “pronunciados” de Chinicuila. Sin embargo, los federales, temerosos de que los revolucionarios se reorganizaran y con la experiencia adquirida dieran nuevo ataque y tomaran aquella plaza a como diera lugar prefirieron abandonarla el día 5 de julio. Días después esta plaza quedó ocupada por fuerzas carrancistas de Chinicuila.
El hecho de no haber tomado la plaza de Coalcomán, no desmoralizó a aquellos soldados idealistas pero improvisados, que luego se reorganizaron y, dejando guarniciones en los más importantes poblados de la región, salieron hacia el Estado de Colima, en cuya Entidad y en unión de otros grupos revolucionarios llevaron a cabo varias acciones de armas, como el ataque y toma de la Ciudad de Colima, los días 190 y 20 del propio mes de Julio, defendida por federales al mando del General Antonio Delgadillo. Luego el ataque al Puerto de Manzanillo que defendía el General federal Joaquín Téllez, el día 25 del mismo mes. Siguieron por Jalisco participando en la campaña contra gavillas mandadas por el General Julián Medina y otros de la región de Ameca y Cocula.
Por aquéllos días se formó en Guadalajara con las fuerzas chinicuilenses, un Cuerpo de Caballería que se llamó: “4° de Jalisco”, que quedó al mando del Coronel José Bueno Berrueco; cuya corporación se adscribió a la Brigada del General Manuel M. Diéguez.
La región toda quedó esos días bajo el cuidado del Mayor J. Nepomuceno Mendoza, que hacía recorridos periódicos entre Coalcomán, Chinicuila del Oro, Tehuantepec, Coahuayana y Aquila.
En una de esas ausencias de Coalcomán sucedió que el señor José Lucatero Álvarez, que tenía un grupo de hombres a su mando, pretendió ser el Jefe de las armas de la plaza negándose a entregarla al Mayor Mendoza. Con este motivo, se registró un zafarrancho el día 4 de septiembre de 1914 entre las fuerzas de ambos jefes, en cuya trifulca tuvieron un combate personal a pistola los citados, resultando muerto Lucatero y su hermano Refugio, así como dos soldados de Mendoza llamados J. Jesús Larios Zamora y Darío Zamora.
El 1° de noviembre del referido año de 1914, una columna de tropa carrancista arribó a Chinicuila del Oro procedente de Colima y de paso para Coalcomán. La mandaba el Tte. Coronel Jesús González y su segundo era un jefe de apellido Pantoja.
A estos soldados la gente les llamón “Los Amaros” porque se decía que pertenecían a las fuerzas del General Joaquín Amaro.
“Los Amaros”, iban a combatir a los núcleos de Gordiano Guzmán que merodeaban por Arteaga. Al llegar a Chinicuila del Oro, el Teniente Coronel González, que había sido mal informado de que el pueblo era “guzmanista”, se introdujo al templo e hizo que el Cura don J. Jesús Gómez, que rezaba el rosario, anunciara que las tropas recién llegadas eran “guzmanistas” y por lo tanto amigas del pueblo. Esa noticia comunicada por el cura causó confusión, pues en Chinicuila ni había guzmanistas ni Guzmán era conocido.
El resultado fue que al día siguiente muy temprano la tropa hizo prisioneros a todos los hombres que hubo, incluyendo al Cura Gómez y al señor Miguel González Guerrero, Presidente Municipal, conduciéndolos a Coalcomán, a donde llegaron la mañana del día 3. Al entrar a dicho pueblo se escucharon unos disparos y resultó muerto el Teniente Coronel González. No había enemigo en aquel lugar, los disparos los hizo un individuo, al azar, desde la orilla del camino, que huyó sin saber lo que hizo. De todas maneras, aquella tropa se enfureció y se dio al saqueo desenfrenado.
La llegada del General Cecilio García a Coalcomán, el día 4 del mismo noviembre, restableció el orden.
El cadáver del Teniente Coronel González fue llevado a la ciudad de Colima.
Feneció el año de 1914 sufriéndose un completo descontrol y confusión, debido al rompimiento habido entre Carranza y Villa; así como por lo de la Convención de Aguascalientes.
Esa confusión, esa desorientación, mantuvo a la expectativa a los jefes Bueno y Mendoza durante los últimos días de aquel año y primeros de 1915, hasta que, influenciados por lo que sucedía en Colima y Jalisco, así como por la fama del General Francisco Villa y la falsa noticia de que don Venustiano Carranza había ya abandonado la Capital de la República, decidieron afiliarse al villismo, no sin antes haberse provocado entre aquellos aguerridos chinicuilenses las consiguientes divisiones, que poco después trajeron derramamiento de sangre entre ellos mismos, militando ya en bandos distintos.
Algunos, como el Mayor J. Nepomuceno Mendoza, se retiraron a la vida privada. Otros, como los hermanos Chacón, el Teniente José Muñiz y otros, continuaron en el lado carrancista.
El día 10 de febrero de 1915 quedaron oficialmente sumadas al villismo las tropas chinicuilenses, siendo incorporadas a la “Tercera Brigada Villa”, al mando del General Pablo Díaz Dávila.
Don José Bueno Berrueco fue reconocido como General Brigadier y don Vicente Mendoza Arceo como Coronel de Caballería. A Don Juan Bueno Larios, se le reconoció su grado de Teniente Coronel. Igual reconocimiento de grados fue para varios oficiales.
Nuestras fuerzas participaron en varios hechos de armas registrados en Jalisco, tales como el ataque y toma de Guadalajara; combates en Las Juntas y Cuesta de Sayula contra fuerzas del General Manuel M. Diéguez; luego del combate de Tuxpan, Jal., contra las fuerzas del mismo General Diéguez y del General Francisco Munguía.
A mediados de abril del mismo año de 1915, las tropas chinicuilenses fueron incorporadas a la Brigada del General Rodolfo Fierro, saliendo para León, Gto. En este trayecto y entre los poblados de San Julián, Jal., y San Francisco del Rincón, Gto., se registró un incidente en el que el Capitán Esteban Bueno, hermano del General, dio muerte a balazos al Coronel Julián Magaña, cuyo regimiento le fue entregado al Teniente Coronel Bueno Larios por el General Manuel Madinaveytia, en la Estación de León, Gto., el día 27 de abril de 1915.
Estando las expresadas fuerzas villistas en la mencionada Estación de León, tuvo lugar un hecho que demuestra hasta la evidencia, el temple, el valor temerario de los guerrilleros que produjo Chinicuila en aquellos movimientos armados, en donde la vida del hombre se jugaba a cada rato y a veces por cualquier cosa.
Se encontraba el General Rodolfo Fierro con un numeroso grupo de sus jefes y oficiales tomando cerveza, rodeados de una mesa grande. El General, en una de tantas pruebas que hacía para conocer a sus hombres de nuevo ingreso tomó en la mano una botella y la destapó de un balazo con su pistola, cuya arma siguió empuñando como distraído. Los fragmentos de vidrio y hasta algo de espuma dieron en el rostro del Capitán Esteban Bueno que estaba sentado enfrente. Todos los presentes guardaron silencio; Esteban miró para todos lados pero nadie se movía, nadie hablaba; solo el General Fierro vació la cerveza en un vaso y la bebió, casi sin despegarle la vista a Bueno. Todos, inclusive Esteban, siguieron tomando como si nada hubiera pasado. Transcurrido un rato, el Capitán Esteban Bueno, con toda naturalidad pero con la mirada sobre todos y cuando menos lo esperaba nadie, se puso de pie y destapó su cerveza de un balazo. Vidrios y espuma pegaron en el pecho del General Fierro. Esteban Bueno siguió de pie, la botella en la mano izquierda y en la diestra la pistola. Nadie dijo nada tampoco esta vez; todos quedaron pendientes de lo que seguiría. El General Fierro, como sin dar importancia al incidente, con toda calma siguió tomando cerveza. Igual cosa hicieron todos. Esteban también. Fierro enfundó su pistola e inmediatamente Bueno hizo lo mismo, pero perspicaz y desconfiado como era, éste se hizo a un lado separándose de todos. Sólo se acercó cuando el propio General lo mandó llamar y en presencia de aquel grupo de valientes, le dijo: “de esos quiero en mi Brigada” y le estrechó la mano. Esteban respiró confianza.
Encuadrados pues en la “Brigada Fierro”, aquellos elementos combatieron contra las fuerzas que mandaba el General Obregón en aquella zona del Estado de Guanajuato. En el combate de la ciudad de León resultó herido el General José Bueno, la mañana del 5 de junio del propio año de 1915, a consecuencia de lo cual falleció en la ciudad de México años más tarde.
En abril del mismo año fue asesinado a mansalva, cuando caminaba solo, a caballo, a su rancho del Cerro del Mamey, don J. Nepomuceno Mendoza Arceo, quien, como se dijo, se había retirado a la vida privada. Don Nepomuceno Mendoza fue uno de los primeros y más entusiastas animadores del pronunciamiento a favor de Madero, en esta región.
Después de los sucesivos fracasos sufridos por las fuerzas villistas, Bueno y Mendoza regresaron a su tierra. Continuaron siendo villistas, pero se dedicaron a sus labores agrícolas, sin dejar las armas.
Las tropas carrancistas de vez en cuando hacían incursiones tratando de acabar con los mermados grupos villistas de la región.
En agosto del referido año de 1915, una patrulla al mando del Oficial Leopoldo Ortiz Sevilla (mismo que había sido aprehendido con su escolta en Chacalapa, en mayo de 1914 y puesto en libertad), guiado por unos antiguos compañeros del Coronel don Vicente Mendoza Arceo, llegó hasta la guarida de éste, destrozando e incendiando las casas y cuanto pudieron, pero sin lograr apoderarse del Coronel.
En diciembre de aquel año, después de cruzarse algunas comunicaciones el General Bueno y el Coronel Mendoza con el Oficial Ortiz Sevilla que guarnecía Coalcomán, se concertó una entrevista que se efectuó entre Mendoza y Ortiz, en el pueblo llamado “La Guadalupe”, inmediato a Coalcomán. Las condiciones para el indulto puestas por el Oficial carrancista no pudieron ser aceptadas y la entrevista terminó en una escaramuza en la que Ortiz Sevilla sacó la peor parte, pues resultaron muertos sus dos compañeros y él hubo de abandonar su arma y sombrero en poder de Mendoza, pero logró escapar.
La desconfianza de los villistas chinicuilenses y las condiciones indecorosas para ellos que imponían los comandantes de tropa del gobierno para la amnistía, hicieron que aquellos prefirieran seguir con sus grupos armados haciendo recorridos periódicos por la región, sin desatender sus actividades agrícolas.
En esta actitud permanecieron durante los años de 1916 y 1917. Pero más que una rebeldía contra el Gobierno del señor Carranza, aquella postura de Bueno y Mendoza se debía al deseo de cuidarse y cuidar la comarca de las diversas gavillas de asesinos y bandoleros que frecuentemente se acercaban. Por ejemplo, cuando Jesús Cíntora o Luis Gutiérrez (a) “El Chivo Encantado” querían llegar por acá a refugiarse o de paso a otros lugares para cometer sus depreciaciones, previamente solicitaban el permiso del General Bueno o del Coronel Mendoza, quienes lo concedían bajo condición de que no se cometiera ningún acto de pillaje o cualquier otro contra Chinicuila del Oro o lugares de su jurisdicción. Aquellos siempre cumplieron.
Llegó el año de 1918 y las gestiones por medio de personas amigas, para que Bueno y Mendoza se indultaran, continuaban. Pero éstos entre las condiciones que ponían, estaba la de que debía ser un General del Ejército quien viniera a recibir sus espadas. Era pues una cuestión de dignidad para ellos y no podían aceptar presentarse ante un inferior en categoría militar.
Por fin, el día 20 de marzo del propio año de 1918, arribó a Chinicuila del Oro una fuerte columna militar al mando del General Bueno y Coronel Mendoza. Don J. Nepomuceno Chávez, pariente político de Mendoza y amigo de Bueno, sirvió de conducto hasta lograr que todos los trámites quedaran concluidos. Las garantías ofrecidas por Ferreira convinieron a Bueno y Mendoza y aceptaron presentarse. La entrevista de aquellos altos jefes se llevó a cabo la mañana del día 22 del propio marzo, en las afueras de Chinicuila del Oro y frente a sus respectivas tropas. La amnistía quedó concluida. Todos entraron al pueblo desfilando por su calle principal, quedando así terminado en la región el Movimiento Revolucionario que trajo para el pueblo mexicano, para el campesino, para el obrero, para todos, un mejor estado de cosas”.
Terminamos esta entrega de la obra de Profesor Tacho y quedamos pendientes para la próxima. Dios los bendiga y gracias a Lupita y Mónica por publicar este artículo.
En el artículo anterior sobre la participación de Chinicuila en los diversos movimientos armados del país, vimos parte de la narración que el Profesor Anastasio Esparza Guerrero (Tacho), hace en su libro “Suroeste Michoacano”, sobre la “LA REVOLUCION MEXICANA”, donde destaca las figuras de los maderistas José Trujillo Gutiérrez, Antonio Valladares Trujillo, J. Nepomuceno Mendoza Arceo y Juan Martínez Valladares.
En esta ocasión continuaremos la historia.
“En el mes de abril de aquel año de 1913 fueron a la ciudad de México los señores José Trujillo Gutiérrez y Antonio Valladares Trujillo, en donde se entrevistaron con los señores Rafael y Jesús Ordorica Villamar, Antonio Díaz Soto y Gama y otras personas que habían acordado secundar el Plan de Guadalupe expedido por don Venustiano Carranza para combatir al usurpador Victoriano Huerta.
El día 23 del citado abril regresaron Trujillo y Valladares a Chinicuila del Oro. Traían varias carabinas nuevas y algunos costalitos llenos de parque. El segundo traía documentos que lo acreditaban como General y Trujillo como Coronel. Desde luego se dedicaron a la labor de reclutamiento de elementos para efectuar un nuevo levantamiento armado en la región.
Lo primero que hicieron fue llamar a Juan Martínez y a J. Nepomuceno Mendoza. Entre los cuatro convinieron en reunir hombres de todos los puntos de la región, es decir, de Chinicuila del Oro, Tehuantepec, Chacalapa, Coahuayana, Aquila, Barranca Seca de Larios, Cerro de Morenas, Huitzontla, etc.
A mediados de mayo llegaron a Chinicuila, procedentes de la capital de la República, los señores Ordorica Villamar acompañados de un joven militar a quien llamaban General Hurtado. Desde luego se procedió a reunir a los diversos contingentes reclutados que quedaron al mando del General Brigadier Don Antonio Valladares Trujillo. Como jefes subalternos quedaron el Coronel Don José Trujillo Gutiérrez y los Capitanes J. Nepomuceno Mendoza Arceo y Juan Martínez Valladares.
Al grito de “¡Viva Madero y muera Victoriano Huerta”, el día 21 de mayo de 1913, como a las 11:00 horas salieron de Chinicuila los revolucionarios “constitucionalistas” en número de trescientos con destino a Coalcomán, de cuya plaza se hicieron cargo la madrugada del siguiente día. El Prefecto Emiliano García huyó al saber que se acercaban los “pronunciados” de Chinicuila.
Al caer la noche del día 22, arribaron a Coalcomán Don Cenobio Moreno y Don Sabás Valladares, con su gente del rumbo de Apatzingán, y Rafael Sánchez Tapia y Benjamín Ruíz con la suya procedentes de Aguililla. Esta reunión había sido previamente acordada por todos aquellos valientes jefes revolucionarios.
El día 23 se acordó la forma en que se combatiría al huertismo y se designó Prefecto del Distrito nuevamente al íntegro liberal chinicuilense Don José Trujillo Gutiérrez.
La mañana del día 24, el Gral. Cenobio Moreno y el Corl. Sabás Valladares, con sus fuerzas, partieron hacia Apatzingán, plaza que el día 30 cayó en su poder. Los hermanos Ordorica Villamar y el Gral. Hurtado los acompañaron. El Coronel Benjamín Ruíz, Rafael Sánchez Tapia y su gente, salieron con destino a Aguililla y Arteaga; por cierto que en una acción de armas que tuvo lugar el 4 de junio siguiente en Barranca Honda, por el rumbo de Arteaga, cayeron valientemente el Coronel Ruíz, el de igual grado Miguel Villaseñor, el Teniente Coronel Leopoldo Bustos y otros. Esta fue una emboscada puesta por el Gral. Gordiano Guzmán.
Las fuerzas de Antonio Valladares Trujillo se quedaron en Coalcomán a fin de operar en la región suroccidental de Michoacán.
Uno de los primeros actos del Prefecto Trujillo fue nombrar Secretario de la Prefectura a Don J. Jesús Ordorica (Sr.), padre de los dos revolucionarios que ya conocemos. El señor Ordorica desempeñaba el cargo de Secretario del Ayuntamiento de Chinicuila del Oro, que dejó para mejor servir a la causa constitucionalista.
En seguida el señor Trujillo dio aviso de su toma de posesión al Gobierno del Estado, a la sazón en poder interinamente del General enemigo Alberto Dorantes, quien, se dice, le dio la siguiente camandulera respuesta telegráfica: “Haga usted cesar el movimiento revolucionario y se le reconocerá como Prefecto de Coalcomán”.
Don José Trujillo, que tenía un alto concepto del honor, creyó aquella hipócrita promesa y cayó en la trampa. Licenció de inmediato las fuerzas de Valladares, de Mendoza y de Martínez, que evacuaron Coalcomán, volviendo cada Jefe a su lugar de origen y disolviendo los grupos.
Quedó solo Trujillo en Coalcomán únicamente con su Secretario, señor Ordorica, y algunos soldados que hacían el servicio de policías. Comunicó lo anterior al gobierno y el funesto resultado no tardó.
A las 7 de la mañana del día 28 de mayo de 1913, entró a Coalcomán el Mayor Tomás A. Bravo con un fuerte contingente de tropa federal que venía escoltando al Prefecto huertista Emiliano García. Venían como subalternos de aquel militar los Capitanes Castro y Velázquez. Aquella tropa irrumpió desenfrenada las calles del pueblo allanando los hogares a mano armada.
El señor Trujillo no quiso huir, a pesar de las indicaciones que algunos amigos como don Ezequiel Genel, le hicieron; sin embargo aceptó ocultarse en la casa de un señor llamado José López. Pero los reaccionarios, que vieron una excelente oportunidad para deshacerse por fin de aquel gran revolucionario, denunciaron su escondite ante los esbirros del usurpador Huerta. Se procedió a buscarlo pero no pudiendo localizarlo, ya se retiraban los buscadores cuando un sujeto hipócrita y convenenciero, para congraciarse con los huertistas, les dijo que ahí en aquella casa se había ocultado e insistió tanto que la escolta se regresó y efectivamente encontró a Trujillo, que desde luego se entregó con toda entereza y dignidad de que siempre dio pruebas.
Al estar frente al Capitán Velázquez que comandaba la escolta aprehensora, manifestó a este el mensaje recibido de Morelia, cuyo texto insertamos antes. El mencionada oficial, insolente y petulante, le arrebató el papel. Lo destruyó y arrojó los pedazos a la cara de Trujillo, diciendo a éste “Vamos Jefe de los bandidos de Chinicuila” y trató de empujarlo, pero nuestro paisano esquivó el empellón y, digno y valiente, le contestó “Bandido será usted hijo de la…” y le asestó tan tremendo bofetón que el Capitán pretoriano se tambaleó y escupió sangre.
Este valeroso acto de Trujillo aceleró su muerte, pues al poco rato de ser aprehendido fue conducido al patíbulo, consumándose el sacrificio a las once de la mañana de aquel funesto 28 de mayo de 1913, sobre el costado norte del extremo oriente de la calzada “Valente Manzo”, que va de Coalcomán al panteón.
Al llegar don José Trujillo Gutiérrez al lugar donde le iban a inmolar, se le presentó el cura Francisco del Río que le ofreció sus auxilios espirituales, que con toda cortesía rechazó Trujillo, rogando solamente al sacerdote le hiciera favor de hacer llegar a su destino dos recados que iba a escribir, mismos que con toda serenidad sobre sus rodillas hizo. Uno dirigido a su esposa, doña María Refugio G. de Trujillo, radicada en Chinicuila del Oro (hoy Villa Victoria) y el segundo era para su prima Perfecta recomendándole levantara su cadáver, le pusiera ropa limpia, lo llevara a su casa a velar y le diera sepultura.
Terminados los recados, Trujillo repartió entre los soldados que le iban a fusilar, el poco dinero y cigarros que llevaba. Cuando pretendieron vendarlo, no lo permitió diciendo: “A los hombres no se les tan los ojos para matarlos” y agregó “Estoy listo muchachos”, irguiéndose con toda gallardía y con mirada altiva, esperó la descarga.
El capitán Velázquez se vengó. Dio la voz de fuego y el vigoroso cuerpo de José Trujillo Gutiérrez se desplomó para siempre.
En el sitio donde cayó fue velado su cadáver, porque el jefe huertista Tomás A. Bravo, no permitió a doña Perfecta Trujillo de Genel que lo levantara, por lo que la honorable dama, que era prima hermana del finado y esposa de don Ezequiel Genel, sólo se concretó a conseguir velas y una tabla. Sólo fue auxiliada por su pequeña hija Eva y por dos humildes amigos de Trujillo, los señores Arnulfo León y Eliezer Amezcua. El primero de ellos mandó llamar a sus hijos para que ayudaran a conducir el modesto ataúd al panteón la tarde del mismo día del asesinato.
Así acabó la vida de aquel leal maderista, caudillo y animador principal del movimiento revolucionario de toda la región; de aquel hombre de generosas ambiciones y temperamento idealista; preclaro liberal chinicuilense, el hombre-símbolo de los villavictorenses, tan noble, tan íntegro, tan valiente, tan hombre.
Mientras se daba sepultura al cadáver del señor Trujillo, los huertistas, sedientos de sangre maderista, localizaban a don J. Jesús Ordorica, que fue inmediatamente encarcelado e incomunicado. Cuantas gestiones se hicieron para salvarlo fueron inútiles. La soldadesca lo vejó sin importar su avanzada edad.
El jefe huertista, de acuerdo con el Prefecto García, ordenó el fusilamiento de este honrado maderista, cuyo único delito fue serlo y ser amante de la libertad. El sacrificio de este nuevo mártir fue en la madrugada del día 29 de mayo de 1913.
Las fuerzas constitucionalistas de la región, que como se dijo, habían sido licenciadas, se encontraban por lo tanto dispersas. Los jefes, que también estaban dedicados a sus labores habituales, comenzaron a ser tenazmente perseguidos y como no les daban tiempo para reorganizarse, unos días huían, otros trabajaban, pero bajo constante zozobra y desconfianza.
La consigna del usurpador dada a sus secuaces era la de exterminar por todos los medio a los fieles maderistas. Por ello la tercera víctima del Prefecto Emiliano García, fue el valeroso Juan Martínez Valladares, que fue “venadeado” en su rancho de Tehuantepec, mientras escardaba su labor, la mañana del 29 de junio del propio año de 1913, justamente un mes después de las muertes de Trujillo y Ordorica.
Eliminados Trujillo y Martínez, los demás jefes revolucionarios tuvieron que refugiarse en las montañas, pues no solo tenían que cuidarse de los soldados federales, sino también y más de los “judas” que siempre y en todas partes han existido.
Columnas volantes de federales al mando de los Capitanes Castro, Velázquez y Hernández, recorrían constantemente la región de Chinicuila, partiendo desde Coalcomán. La resistencia de los revolucionarios era muy débil, debido a que no contaban con elementos de guerra ni había quien se los proporcionara, dada la región tan apartada en que operaban. Se concretaban pues a llevar una guerra de guerrillas para poderse hacer de armas y parque. El jefe de estos grupos de guerrilleros fue don J. Nepomuceno Mendoza Arceo, pues don Antonio Valladares Trujillo se había ya retirado a la vida privada, no sin antes haber sido víctima del huertismo que lo tuvo encarcelado en la Penitenciaría de Morelia, de donde salió imposibilitado para proseguir luchando contra la usurpación.
El lado adverso sigue abatiendo guerrilleros chinicuilenses. En noviembre del mismo fatídico año de 1913 cayó Apolinar Mendoza Arceo.
Entra el año de 1914 y encuentra a los constitucionalistas diseminados por toda la comarca. Cada uno tiene su arma pero sin parque o con muy poco. Están un tanto desorientados. Les falta un Jefe dinámico, decidido, organizador.
Tanto el Coronel don José Bueno Berrueco como su primo el Teniente Coronel Juan Bueno Larios, desde el triunfo de la causa maderista se habían retirado a sus fincas rústicas de Maravillas y Chacalapa respectivamente, dedicándose a la agricultura. En esta situación se hallaban al comenzar el año de 1914, pero atento siempre a los sucesos nacionales.
Cuando en la región parecía que las tropas huertistas habían vencido y terminado con el constitucionalismo, cuando ya no se veían por ningún lado los “pronunciados” chinicuilenses, los expresados Jefes Bueno, con nuevos y animosos Oficiales, efectuaron nuevo levantamiento en marzo de 1914 con elementos de Chinicuila del Oro, Chacalapa, Huizontla, Coahuayana, Estopila, Aquila, Tehuantepec, Salitre de Copala, Cerro de Colima.
El Coronel José Bueno, por su experiencia, valor, serenidad y otras cualidades propias para el caso, fue reconocido por todos como el Jefe Supremo de aquellas fuerzas. Sus más cercanos subalternos fueron los CC. Teniente Coronel Juan Bueno Larios; el Mayor Esteban Alcocer, ex¬ Prefecto de Coalcomán; y los Capitanes Vicente Mendoza Arceo, Juan Gaitán Gutiérrez y Esteban Bueno Berrueco.
Capitán Esteban Bueno Berrueco
A fines de abril y comienzos de mayo dio principio la formal organización de aquellos contingentes. Poco a poco fueron reuniéndose en Chacalapa, de tal manera que el día 20 del propio mayo, ya estaban reunidos y organizados los elementos de los Bueno y Mendoza. El día 21, arribó del Estado de Colima el General Alamillo y el Mayor Alcocer; el día 22 llegaron las fuerzas del Capitán Juan Gaitán Gutiérrez.
Capitán Juan Gaitán Gutiérrez
El citado día 22, al obscurecer, cayó prisionero con su escolta de cinco soldados bien armados, un joven oficial del Ejército Federal huertista, que iba en el desempeño de una comisión de Coalcomán a Coahuayana y San Vicente. Fue tal la sorpresa y tanta la audacia de los revolucionarios del General José Bueno, que al hacer aquella aprehensión no fue necesario disparar ni un solo tiro.
A los cinco soldados se les recogieron las armas y parque y se les dejó en libertad. Al Oficial se le conservó prisionero y se pretendió fusilarlo, pero la intervención magnánima de doña Ma. Félix Larios Viuda de Bueno, madre del Teniente Coronel Juan Bueno, lo salvó, permitiéndosele marchar desarmado hacia la ciudad de Colima. Dicho Oficial se llamaba Leopoldo Ortiz Sevilla, quien con el tiempo llegó a ser General de nuestro Ejército Nacional.
Ya entrada la noche del referido día 22, se destacó una columna de elementos seleccionados al mando directo del Coronel Bueno Berrueco. Su objetivo era el ataque y toma de la hacienda de San Vicente, del hoy Municipio de Coahuayana, en donde se encontraba un destacamento federal y, para sorprenderlo, la columna hizo su salida por Achotán, rodeando por las Alazanas y salir al Ranchito, lugar éste donde se tomaron los últimos dispositivos de ataque, el cual se llevó a cabo la mañana del día 23 y que resultó efectivamente unan victoria total para los atacantes, pues fue muerto el Comandante huertista y nueve de sus soldados.
El Capitán Vicente Mendoza Arceo, encargado de ejecutar el asalto al lugar defendido precisamente por el jefe huertista, demostró su audacia y valor al sostener un duelo personal a balazos con dicho jefe federal, cayendo muerto éste y herido Mendoza de una pierna.
El mencionado jefe huertista muerto por Mendoza era nada menos que el Capitán Velázquez, mismo que hacía un año había fusilado a don José Trujillo Gutiérrez en Coalcomán y lo había insultado llamándolo “Jefe de los bandidos de Chinicuila”.
Coronel Vicente Mendoza Arceo
El mismo día 23 de mayo de 1914, al amanecer y cumpliendo con el plan acordado en la noche, salió de Chacalapa el Capitán Gaitán con destino a Coahuayana, con la consigna de cuidar aquel flanco y reforzar a los atacantes de San Vicente; lo que no fue necesario y se regresó el mismo día.
La represalia no se hizo esperar. Fuerzas federales de Colima y Coalcomán en diversas fechas, incendiaron los poblados de Chacalapa y Maravillas; saquearon cuanto había y se llevaron los ganados de los señores Bueno.
El día 28, estuvieron en Chinicuila del Oro todas las fuerzas del Coronel José Bueno, en número de cuatrocientos hombres.
Allí estaban el Teniente Coronel Juan Bueno; el Mayor J. Nepomuceno Mendoza; los Capitanes Vicente Mendoza, Esteban Bueno, Juan Gaitán y Arcadio Chacón; los Tenientes Gonzalo Suárez, Isidro Pineda, José Muñiz, Manuel Chacón, Pablo Suárez y otros de menor graduación. Venían como acompañantes el señor General Alamillo y el Mayor Alcocer.
La columna marchó rumbo a Colima con el propósito de atacar dicha plaza, pero en los primeros días de junio se encontró con un fuerte contingente federal y se trabó rudo combate en el punto llamado “La Ceja”, entre el río del Naranjo y la hacienda de Salitrillos, Col.
Con valor se batieron las huestes de Bueno, pero la falta de una verdadera disciplina militar y la falta de premeditación con que arrojaban a la pelea aquellas fuerzas inexpertas, hizo que se desbandaran y cada uno o grupos de dos o tres peleaban por su cuenta sin atender a las órdenes de los Jefes. Fue aquel un combate encarnizado en el que, a la postre, no hubo vencedor, pues las fuerzas federales se replegaron hacia Tepames, Col., creyéndose derrotadas y entre tanto los revolucionarios constitucionalistas salían aislados unos de otros hacia el Cerro de Tierras Morenas. Algunos rezagados, llegaron al Cerro llevando un puñado de fusiles recogidos a los federales muertos. El ex-Prefecto Alcocer fue herido y se extravió al abandonar el campo de la lucha; un ranchero enemigo suyo, lo reconoció y le dio muerte.
Pocos días después se rehicieron y salieron con destino a Tecomán, Col., y puntos intermedios, que iban tomando con demasiada facilidad. Establecieron servicios de guarnición en todos los poblados de los Municipios de Chinicuila y Aquila.
Por estos días comenzaron las fuerzas federales a hacer más frecuentes expediciones por toda la región, dizque tratando de batir a los rebeldes, pero en realidad lo que hacían era atropellar familias, incendiar y saquear despiadadamente a los poblados, llevarse los ganados y cuantas tropelías les era posible cometer.
En una de aquéllas incursiones, el Capitán Castro se llevó a Coalcomán, en calidad de rehenes de Chinicuila del Oro a varios familiares y amigos de los revolucionarios, que permanecieron detenidos en el cuartel y en la cárcel, más de un mes.
El día 26 de junio se efectuó nueva reconcentración de fuerzas revolucionarias carrancistas en Chinicuila del Oro. El Coronel Bueno reunió a sus subalternos y se tomaron los acuerdos necesarios. El día 29 una columna de más de trescientos hombres salió rumbo a Coalcomán al mando personal del Coronel Don José Bueno. En aquéllos días se había incorporado un agente de cierta casa comercial de Guadalajara, que simpatizaba con el movimiento. Fue aceptado por el Coronel Bueno y participó en el ataque a Coalcomán, y días después el propio Jefe lo nombró su Secretario y Pagador de sus fuerzas. Aquél nuevo elemento carrancista se llamaba José Cortés Ortiz y después llegó a ser General.
El día 30 de dicho junio de 1914, comenzó el asedio a Coalcomán. El ataque se prolongó hasta las once del día. Hubo varias bajas por ambos lados. Los atacantes perdieron, entre otros, al denominado Teniente Isidro Pineda González que cayó ya en el centro de la población, lo que da a entender el empuje valeroso que Bueno y Mendoza hicieron por el flanco les tocó atacar.
A pesar de los esfuerzos e ímpetu de aquellos jefes, no pudo ser tomada la plaza. Varias fueron las causas: No se tuvo cuidado para guardar en secreto los planes, fechas y demás datos para que el ataque, pues esto era bien sabido por todos en Coalcomán, por lo que la guarnición federal tuvo tiempo de fortificarse y evitar sorpresas. Luego la señal convenida (el estallido de un cohetón), fue dada antes de que todas las fuerzas llegaran al punto desde donde iban a lanzarse. Estos factores ocasionaron que los grupos del Coronel Bueno y del Capitán Mendoza no pudieran asaltar las posiciones enemigas, pues les faltó el apoyo que en vano esperaron de quienes debían atacar por la parte norte y noreste de aquella población. A las once del día comenzaron los diversos grupos a retirarse. Este fracaso, a pesar de todo. Sirvió para acreditar la intrepidez y temeridad del coronel José Bueno y del Capitán Vicente Mendoza.
Al día siguiente de estos acontecimientos, un grupo de vecinos dio un banquete al Prefecto Manuel M. Ayala y al Capitán Anastasio Castro, por su triunfo sobre los “pronunciados” de Chinicuila. Sin embargo, los federales, temerosos de que los revolucionarios se reorganizaran y con la experiencia adquirida dieran nuevo ataque y tomaran aquella plaza a como diera lugar prefirieron abandonarla el día 5 de julio. Días después esta plaza quedó ocupada por fuerzas carrancistas de Chinicuila.
El hecho de no haber tomado la plaza de Coalcomán, no desmoralizó a aquellos soldados idealistas pero improvisados, que luego se reorganizaron y, dejando guarniciones en los más importantes poblados de la región, salieron hacia el Estado de Colima, en cuya Entidad y en unión de otros grupos revolucionarios llevaron a cabo varias acciones de armas, como el ataque y toma de la Ciudad de Colima, los días 190 y 20 del propio mes de Julio, defendida por federales al mando del General Antonio Delgadillo. Luego el ataque al Puerto de Manzanillo que defendía el General federal Joaquín Téllez, el día 25 del mismo mes. Siguieron por Jalisco participando en la campaña contra gavillas mandadas por el General Julián Medina y otros de la región de Ameca y Cocula.
Por aquéllos días se formó en Guadalajara con las fuerzas chinicuilenses, un Cuerpo de Caballería que se llamó: “4° de Jalisco”, que quedó al mando del Coronel José Bueno Berrueco; cuya corporación se adscribió a la Brigada del General Manuel M. Diéguez.
La región toda quedó esos días bajo el cuidado del Mayor J. Nepomuceno Mendoza, que hacía recorridos periódicos entre Coalcomán, Chinicuila del Oro, Tehuantepec, Coahuayana y Aquila.
En una de esas ausencias de Coalcomán sucedió que el señor José Lucatero Álvarez, que tenía un grupo de hombres a su mando, pretendió ser el Jefe de las armas de la plaza negándose a entregarla al Mayor Mendoza. Con este motivo, se registró un zafarrancho el día 4 de septiembre de 1914 entre las fuerzas de ambos jefes, en cuya trifulca tuvieron un combate personal a pistola los citados, resultando muerto Lucatero y su hermano Refugio, así como dos soldados de Mendoza llamados J. Jesús Larios Zamora y Darío Zamora.
El 1° de noviembre del referido año de 1914, una columna de tropa carrancista arribó a Chinicuila del Oro procedente de Colima y de paso para Coalcomán. La mandaba el Tte. Coronel Jesús González y su segundo era un jefe de apellido Pantoja.
A estos soldados la gente les llamón “Los Amaros” porque se decía que pertenecían a las fuerzas del General Joaquín Amaro.
“Los Amaros”, iban a combatir a los núcleos de Gordiano Guzmán que merodeaban por Arteaga. Al llegar a Chinicuila del Oro, el Teniente Coronel González, que había sido mal informado de que el pueblo era “guzmanista”, se introdujo al templo e hizo que el Cura don J. Jesús Gómez, que rezaba el rosario, anunciara que las tropas recién llegadas eran “guzmanistas” y por lo tanto amigas del pueblo. Esa noticia comunicada por el cura causó confusión, pues en Chinicuila ni había guzmanistas ni Guzmán era conocido.
El resultado fue que al día siguiente muy temprano la tropa hizo prisioneros a todos los hombres que hubo, incluyendo al Cura Gómez y al señor Miguel González Guerrero, Presidente Municipal, conduciéndolos a Coalcomán, a donde llegaron la mañana del día 3. Al entrar a dicho pueblo se escucharon unos disparos y resultó muerto el Teniente Coronel González. No había enemigo en aquel lugar, los disparos los hizo un individuo, al azar, desde la orilla del camino, que huyó sin saber lo que hizo. De todas maneras, aquella tropa se enfureció y se dio al saqueo desenfrenado.
La llegada del General Cecilio García a Coalcomán, el día 4 del mismo noviembre, restableció el orden.
El cadáver del Teniente Coronel González fue llevado a la ciudad de Colima.
Feneció el año de 1914 sufriéndose un completo descontrol y confusión, debido al rompimiento habido entre Carranza y Villa; así como por lo de la Convención de Aguascalientes.
Esa confusión, esa desorientación, mantuvo a la expectativa a los jefes Bueno y Mendoza durante los últimos días de aquel año y primeros de 1915, hasta que, influenciados por lo que sucedía en Colima y Jalisco, así como por la fama del General Francisco Villa y la falsa noticia de que don Venustiano Carranza había ya abandonado la Capital de la República, decidieron afiliarse al villismo, no sin antes haberse provocado entre aquellos aguerridos chinicuilenses las consiguientes divisiones, que poco después trajeron derramamiento de sangre entre ellos mismos, militando ya en bandos distintos.
Algunos, como el Mayor J. Nepomuceno Mendoza, se retiraron a la vida privada. Otros, como los hermanos Chacón, el Teniente José Muñiz y otros, continuaron en el lado carrancista.
El día 10 de febrero de 1915 quedaron oficialmente sumadas al villismo las tropas chinicuilenses, siendo incorporadas a la “Tercera Brigada Villa”, al mando del General Pablo Díaz Dávila.
Don José Bueno Berrueco fue reconocido como General Brigadier y don Vicente Mendoza Arceo como Coronel de Caballería. A Don Juan Bueno Larios, se le reconoció su grado de Teniente Coronel. Igual reconocimiento de grados fue para varios oficiales.
Nuestras fuerzas participaron en varios hechos de armas registrados en Jalisco, tales como el ataque y toma de Guadalajara; combates en Las Juntas y Cuesta de Sayula contra fuerzas del General Manuel M. Diéguez; luego del combate de Tuxpan, Jal., contra las fuerzas del mismo General Diéguez y del General Francisco Munguía.
A mediados de abril del mismo año de 1915, las tropas chinicuilenses fueron incorporadas a la Brigada del General Rodolfo Fierro, saliendo para León, Gto. En este trayecto y entre los poblados de San Julián, Jal., y San Francisco del Rincón, Gto., se registró un incidente en el que el Capitán Esteban Bueno, hermano del General, dio muerte a balazos al Coronel Julián Magaña, cuyo regimiento le fue entregado al Teniente Coronel Bueno Larios por el General Manuel Madinaveytia, en la Estación de León, Gto., el día 27 de abril de 1915.
Estando las expresadas fuerzas villistas en la mencionada Estación de León, tuvo lugar un hecho que demuestra hasta la evidencia, el temple, el valor temerario de los guerrilleros que produjo Chinicuila en aquellos movimientos armados, en donde la vida del hombre se jugaba a cada rato y a veces por cualquier cosa.
Se encontraba el General Rodolfo Fierro con un numeroso grupo de sus jefes y oficiales tomando cerveza, rodeados de una mesa grande. El General, en una de tantas pruebas que hacía para conocer a sus hombres de nuevo ingreso tomó en la mano una botella y la destapó de un balazo con su pistola, cuya arma siguió empuñando como distraído. Los fragmentos de vidrio y hasta algo de espuma dieron en el rostro del Capitán Esteban Bueno que estaba sentado enfrente. Todos los presentes guardaron silencio; Esteban miró para todos lados pero nadie se movía, nadie hablaba; solo el General Fierro vació la cerveza en un vaso y la bebió, casi sin despegarle la vista a Bueno. Todos, inclusive Esteban, siguieron tomando como si nada hubiera pasado. Transcurrido un rato, el Capitán Esteban Bueno, con toda naturalidad pero con la mirada sobre todos y cuando menos lo esperaba nadie, se puso de pie y destapó su cerveza de un balazo. Vidrios y espuma pegaron en el pecho del General Fierro. Esteban Bueno siguió de pie, la botella en la mano izquierda y en la diestra la pistola. Nadie dijo nada tampoco esta vez; todos quedaron pendientes de lo que seguiría. El General Fierro, como sin dar importancia al incidente, con toda calma siguió tomando cerveza. Igual cosa hicieron todos. Esteban también. Fierro enfundó su pistola e inmediatamente Bueno hizo lo mismo, pero perspicaz y desconfiado como era, éste se hizo a un lado separándose de todos. Sólo se acercó cuando el propio General lo mandó llamar y en presencia de aquel grupo de valientes, le dijo: “de esos quiero en mi Brigada” y le estrechó la mano. Esteban respiró confianza.
Encuadrados pues en la “Brigada Fierro”, aquellos elementos combatieron contra las fuerzas que mandaba el General Obregón en aquella zona del Estado de Guanajuato. En el combate de la ciudad de León resultó herido el General José Bueno, la mañana del 5 de junio del propio año de 1915, a consecuencia de lo cual falleció en la ciudad de México años más tarde.
En abril del mismo año fue asesinado a mansalva, cuando caminaba solo, a caballo, a su rancho del Cerro del Mamey, don J. Nepomuceno Mendoza Arceo, quien, como se dijo, se había retirado a la vida privada. Don Nepomuceno Mendoza fue uno de los primeros y más entusiastas animadores del pronunciamiento a favor de Madero, en esta región.
Después de los sucesivos fracasos sufridos por las fuerzas villistas, Bueno y Mendoza regresaron a su tierra. Continuaron siendo villistas, pero se dedicaron a sus labores agrícolas, sin dejar las armas.
Las tropas carrancistas de vez en cuando hacían incursiones tratando de acabar con los mermados grupos villistas de la región.
En agosto del referido año de 1915, una patrulla al mando del Oficial Leopoldo Ortiz Sevilla (mismo que había sido aprehendido con su escolta en Chacalapa, en mayo de 1914 y puesto en libertad), guiado por unos antiguos compañeros del Coronel don Vicente Mendoza Arceo, llegó hasta la guarida de éste, destrozando e incendiando las casas y cuanto pudieron, pero sin lograr apoderarse del Coronel.
En diciembre de aquel año, después de cruzarse algunas comunicaciones el General Bueno y el Coronel Mendoza con el Oficial Ortiz Sevilla que guarnecía Coalcomán, se concertó una entrevista que se efectuó entre Mendoza y Ortiz, en el pueblo llamado “La Guadalupe”, inmediato a Coalcomán. Las condiciones para el indulto puestas por el Oficial carrancista no pudieron ser aceptadas y la entrevista terminó en una escaramuza en la que Ortiz Sevilla sacó la peor parte, pues resultaron muertos sus dos compañeros y él hubo de abandonar su arma y sombrero en poder de Mendoza, pero logró escapar.
La desconfianza de los villistas chinicuilenses y las condiciones indecorosas para ellos que imponían los comandantes de tropa del gobierno para la amnistía, hicieron que aquellos prefirieran seguir con sus grupos armados haciendo recorridos periódicos por la región, sin desatender sus actividades agrícolas.
En esta actitud permanecieron durante los años de 1916 y 1917. Pero más que una rebeldía contra el Gobierno del señor Carranza, aquella postura de Bueno y Mendoza se debía al deseo de cuidarse y cuidar la comarca de las diversas gavillas de asesinos y bandoleros que frecuentemente se acercaban. Por ejemplo, cuando Jesús Cíntora o Luis Gutiérrez (a) “El Chivo Encantado” querían llegar por acá a refugiarse o de paso a otros lugares para cometer sus depreciaciones, previamente solicitaban el permiso del General Bueno o del Coronel Mendoza, quienes lo concedían bajo condición de que no se cometiera ningún acto de pillaje o cualquier otro contra Chinicuila del Oro o lugares de su jurisdicción. Aquellos siempre cumplieron.
Llegó el año de 1918 y las gestiones por medio de personas amigas, para que Bueno y Mendoza se indultaran, continuaban. Pero éstos entre las condiciones que ponían, estaba la de que debía ser un General del Ejército quien viniera a recibir sus espadas. Era pues una cuestión de dignidad para ellos y no podían aceptar presentarse ante un inferior en categoría militar.
Por fin, el día 20 de marzo del propio año de 1918, arribó a Chinicuila del Oro una fuerte columna militar al mando del General Bueno y Coronel Mendoza. Don J. Nepomuceno Chávez, pariente político de Mendoza y amigo de Bueno, sirvió de conducto hasta lograr que todos los trámites quedaran concluidos. Las garantías ofrecidas por Ferreira convinieron a Bueno y Mendoza y aceptaron presentarse. La entrevista de aquellos altos jefes se llevó a cabo la mañana del día 22 del propio marzo, en las afueras de Chinicuila del Oro y frente a sus respectivas tropas. La amnistía quedó concluida. Todos entraron al pueblo desfilando por su calle principal, quedando así terminado en la región el Movimiento Revolucionario que trajo para el pueblo mexicano, para el campesino, para el obrero, para todos, un mejor estado de cosas”.
Terminamos esta entrega de la obra de Profesor Tacho y quedamos pendientes para la próxima. Dios los bendiga y gracias a Lupita y Mónica por publicar este artículo.
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