En esta ocasión Monín nos remite hasta Chinicuila del Oro, para disfrutar de nueva cuenta de sus añoranzas, que obedecen, a la "querencia" (como asi decimos) por nuestra tierra. Además, con su nostálgico relato de la celebración de la Independencia, se entrelazan algunas fotografías, seguramente sacadas de los archivos del Tio Agapito Godínez (qepd) e intercaladas con las más "calientitas" tomadas por el ojo de Esmeralda "Lala" Trujillo.
¡José, José que si por favor me haces un pantalón para el desfile!
Era la solicitud desesperada del chamaco que dejó para última hora lo del “estreno” y pedía, a mandado de sus padres, que José Trujillo “El sastre” pudiera confeccionarle tales prendas ¡No ya no alcanzo, tengo muchos por hacer. Ve con Chema o con José Valladares a ver si ellos tienen tiempo para que te lo hagan! replicaba, a la vez que cortaba con gran maestría la mezclilla que utilizaría. Así, después de haber escogido el color de los uniformes de la escuela había que andar de prisa para tener lista la ropa, estrenar huaraches, o zapatos y no quedarte fuera del tradicional desfile que recorrería casi todas las calles del pueblo.
¡piensa oh Patria querida, que el cielo; un soldado en cada hijo te dió!
Nuestro Símbolo Patrio, indistintamente de la época, ha sido testigo activo de la celebración de la Independencia en Chinicuila.
Las calles lavadas de tanta agua recibida de las lluvias y ya “desenzacatadas” por el trabajo de chiquillos o de adultos que prestaban sus servicios y adornadas con cordeles tricolores, retratos de nuestros Héroes estaban listas para la fiesta del 16.
Señoritas Chinicuilenses participantes en el proceso de elección de "La Reina de las Fiestas Patrias"
El tablado frente a la Escuela donde por la noche del día 15 se presentaría un programa de actividades artísticas de los alumnos de los diferentes grados y presidida por la Reina, elegida tras reñidas elecciones; el Presidente Municipal en turno y los Profesores de la Escuela, conformaban el marco ideal para la ceremonia del tradicional grito de Independencia.
Pero la fiesta comenzaba desde el 1º. de Septiembre con el informe de la “danza de los millones de pesos” que daba el Presidente de la República y que había que escucharlo en los radios de baterías que algunas gentes tenían. Duraba horas y horas, hasta que se les entumecían las manos de tanto aplaudirle.
En la escuela se desarrollaban actividades deportivas de voley y basket ball tanto de mujeres como de hombres.
¡Ya llegó el mariachi! ¡Es el de Colima! y todos corríamos al reparo a recibirlo, esperar que se desentumieran del viaje a caballo y que afinaran sus instrumentos y al compás del Son de La Negra acompañarlos por el recorrido de las calles hasta llegar al jardín y allí escuchar por largo rato todas las canciones que la gente les solicitaba.
Mariachi "Villa Victoria" integrado por Enrique Nava (qepd), Marcos Trujillo (qepd), Miguel Nava, Pedro Chávez (qepd), Ramón Trujillo y "en cuclillas" Jorge Valencia, Jesus "Chiruchi" Trujillo y Jose María "Chema" Valencia (qepd). Fotografía enviada por José Luis Ortega Villalobos, mejor conocido como "El Secre" dado que fungió como Secretario del Ayuntamiento que presidió el Profr. Roberto Luis Esparza Cortina.
¡Córranle Córranle no se atraviesen! ¡Hay vienen los toros!
Una manada de toros cebú del rancho “El Rincón” de Don Amador Moreno corrían a lo largo de la calle hasta llegar al toril, donde permanecían encerrados hasta el día siguiente para ser jineteados.
¡Animas que no vaya llover mañana! Era la plegaria de todos para poder disfrutar del jaripeo.
Por la mañana del día 15, paseaban lazado un enorme toro por todas las calles y esa era la señal: ¡El toro de once! era también la invitación para el inicio del jaripeo. La gente entonces acudía y trepaban en la postería que formaba el redondel, en la cerca del panteón o bien se iban hasta la loma de enfrente del toril para poder presenciar el espectáculo cómodamente sentados. Lo anterior se reflejaba en un marco multicolor que hacía lucir más la fiesta.
La reina gozaba del privilegio de tener un tablado, que junto con las autoridades y el mariachi presidían el festejo, que algunas veces por lo concurrido llego a derrumbarse pero sin nada que lamentar, solo el susto.
¡Lázalo, lázalo lázalo que ya se va, échame tus brazos mi alma guerita si me tienes voluntad. Es el gusto del becerro!
Y sones y mas sones y muchas canciones. Los lazadores en el ruedo: Don Amador Moreno, Guadalupe Chapula, Ramón González, Los Martínez de Tehuantepec, y otros más y los “pretaladores”: Heraclio Serrano y Sóstenes “Chote” Valencia, no se diga los jinetes que listos para demostrar su valentía y destreza paseaban orgullosos al ritmo de sus espuelas. Y luego los gritos y reclamos, risotadas y a veces caras de angustias por algún percance, todos en el pueblo nos divertíamos con el espectáculo de las “Mojigangas” que a las embestidas del toro eran lanzadas por los aires o recibían un “revolcón”. No faltaba aquel padre avergonzado que sacara de las orejas al hijo que intentaba subírsele a un toro ¡No te opongas, no te opongas! era el grito que le lanzaban al aprendiz de jinete, que a los primeros reparos caía al suelo y se levantaba todo enlodado, en ocasiones con algún golpe, una fractura o herida de cornada.
Los Encargados del Orden, prestos a participar en la Parada que recorría todo el pueblo
¡Birria Caliente y Gorda! gritaban los birieros, ¿Cuántos le damos?
Tacos de birria, barbacoa, carnitas, tostadas, pozole, sopitos, elotes cocidos, cervezas, aguas frescas, bolas de roscas enmieladas, fruta de horno, tamales, pepinos; en fin toda una variedad de antojitos alrededor del toril, hacían que la gente no se fueran comer a sus casas.
Casi al anochecer terminaba el jaripeo y la siguiente parada era en el jardín donde seguía la fiesta y allí vuelta tras vuelta, entre serpentinas de papel y confetis multicolores que eran lanzados a las muchachas, como un anticipo del inicio de un romance. También aquí había mas puestos de comida de la gran kermesse donde se ofrecían ricos tamales con atole de diferentes sabores, buñuelos, gaznates y una gran variedad de antojitos donde lo que faltaba era “panza” y dinero para seguir comiendo y comprando.
No podía faltar el tradicional “Palo Encebado” de gran altura al cual en la “punta” se le colocaban gran cantidad de regalos. Los intrépidos muchachos se “encaramaban” unos a otros, haciendo equipo y lograban bajar lo expuesto. En una ocasión, el buen amigo Fortino Valencia tuvo que consolarse con una bacinilla; éste muy disgustado reclamó: ¡Yo no quiero este “apara-rayos”! pero no habiendo otra cosa, tuvo que conformarse.
Los jóvenes esperaban con ansiedad que iniciaran los festejos Patrios, como es el caso de Monín y Juán Alcántar, quienes con sus "julias" bien lustradas iniciarían su recorrido por la plaza del pueblo.
Por la noche del 16 de Septiembre, con el baile, se daban por terminadas las actividades de la celebración de las fiestas de la Independencia. Todo volvía a la normalidad y solo quedaban los comentarios de los sucesos ocurridos.
Los saluda con cariño y afecto
C. Dentista Ramón Godínez Gutiérrez
Morelia Michoacán 24 agosto. 2010
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