Villa Victoria,Chinicuila Michoacán.: LOS VIERNES PRIMERO.

domingo, 2 de mayo de 2010

LOS VIERNES PRIMERO.


Que tal amigos, asiduos visitantes del Blog, por aquí estoy de nueva cuenta reportándome con una nueva vivencia de hace más de cincuenta años, cuando aún no salía de Villa Victoria a estudiar, recordando pasajes de aquellos tiempos ya idos pero que permanecen indelebles en nuestras mentes haciendo que la nostalgia por la tierra que nos vió nacer, se avive en beneficio de nuestra alma. Se me ha ocurrido escribirlas, a lo mejor a Uds. amigos ya no les tocó vivir nada de ésto, pero asi sucedía. Esta entrega la he titulado Los Viernes Primero y aquí está:



Una obligación, costumbre o no sé como llamar, era la que se tenía en la Iglesia de celebrar servicios religiosos todos los primeros viernes de cada mes, a la que acudían las gentes de casi todos los ranchos cercanos y la misma del pueblo. Esta celebración era conocida por todos como los Viernes Primero.



A colación de la Semana Santa, familia y amigos salían a disfrutar del calor de la costa Michoacana (El Ticuiz), en la fotografía observamos a Don Agapito Godínez y Delfina Gutiérrez (qepd) acompañados por Rosa Serrano Alvarez, Concha "La cuata" Trujillo Larios, Irma Godínez, Emma Gutiérrez Martínez, Ofelia Serrano Chávez y Elda Lucatero Larios.



El jueves al medio día por todos los caminos que llegan a Villa se encontraban personas a caballo o a pata, provenientes de sus ranchos acompañados, en la mayoría de los casos, por la familia entera. Algunos halando bestias de carga en las que traían colgando como racimos: pollos, gallinas, guajolotes; además de quesos, jocoque, mantequilla, piloncillo, mezcal, racimos de plátanos enanos y plátanos pera, (muy ricos cocidos con piloncillo para tomarse con leche bien fría) etc. y las mujeres servilletas, mantelería de punto de cruz o bordados y productos que elaboraban para luego vender en el pueblo. En tiempo de secas, el camión de pasajeros también llegaba lleno de celebrantes.

Así veíamos a familias de la Higuera Panda La Tortuga, Tehuantepec, Las Higueritas, El Moro, El Rascaviejo, El limoncito de Don José Contreras, La Tortuga de Don Tacho Jaso, El Pozo, El Salitre de Copala, El Chico, El Bejuco y de toda la ruta del camino a Colima.

Por la tarde aprovechaban para hacer sus compras o como se escuchaba decir: voy a hacer una saca, que consistía en pedir fiado lo que necesitaban; tanto como de víveres, utensilios de trabajo, ropa en fin lo que les hacía falta y así las tiendas principalmente la de los Sres. Valladares se veían muy concurridas atendiendo a toda la clientela. De este modo, en la siguiente venida saldaban sus deudas.

Toda la gente que ofertaba algún servicio se veía ocupada como peluquerías, sastrerías, en las fraguas de Simón y Camilo Vergara poniendo herraduras a sus animales, las panaderías, las talabarterías, etc. En fin, era día de mucho trabajo para todos en el pueblo.

Y lo más bonito: llegaba la noche y las campanas llamaban al rosario, el jardín en ese entonces circulado con alambre de gallinero y en sus lados pinos (que en realidad eran casuarinas), toronjos, un enorme y grueso fresno del lado del Curato y dentro de éste, las tradicionales palmeras y algunos otros árboles, bancas de madera, alguna que otra de cemento donadas por personas del pueblo o de residentes de otros lugares, puertas también de madera en sus cuatro esquinas, se llenaba con las muchachas, familias del pueblo y de los ranchos; ni a cuales irle de igual de bonitas circulando en un sentido y los hombres en sentido contrario.




En la fotografía podemos observar a un grupo de ex monaguillos, actividad que ejercimos hasta como a los 10 años. Ya más grandes nos volvimos a juntar y nos tomamos la foto del recuerdo, ahorita ya seríamos, por lo menos Sres. Obispos, la integramos Juán Alcántar Serrano, Ramón Godínez Gutiérrez "Monín", Alejandro Valencia Ramírez (qepd) y Sergio Escobedo Valladares.


La música del jardín con canciones de Pedro Infante, Javier Solís, Los Dos Oros, (se acuerdan de Un Sueño de Tantos), Las Hermanas Huerta (No sigas llorando) y alguna que otra de Las Jilguerillas. Mientras no iniciaba el rosario y al término de éste, era parte del momento en el cual se admiraban a todas esas bellezas y no faltaba la apuesta: ¿A que no te le pegas a esa güerita, o aquella grandota? Y así el que aceptaba, ya con sus cajitas de chiclets, un chocolate o cualquier cosilla en las manos y con el cuidado de no encontrarse con el Papá o los hermanos de la elegida para evitarse pasar o hacerle pasar un mal rato, se encaminaba hacia la muchachita que siempre circulaban de a cuatro o cinco, entrelazados sus brazos. Algunas veces ella aceptaba el acompañamiento y recibía el gran “obsequio” o se les soltaba a las amigas y corría al no querer nada con el pretendiente y cuando así ocurría, las risotadas burlas y gritos de ora, ora, ora, ¡no te le apartes, síguela, síguela!, entonces a esperar la nueva vuelta y ver si se tenía suerte. Se perdía y ganaban apuestas, otras veces iniciaban noviazgos que concluían en el altar.

El olor a te de canela de la olla de Doña Chuy Barba; pozole y sopitos, sin igual de Emilia Olivares, donde se tenía que esperar turno para sentarse en el banco y cenar en la larga mesa un peso de sopitos o un gran plato de pozole, también de a peso. La fruta de horno de Don Goyo Navarro y Lolo Reyes; refrescos, dulces, chocolates y todo lo del puesto de mi tío Everardo Alcántar. Los que ponían juegos de lotería o alguna otra forma de divertirse hacían más placentero el rato en el jardín que no tardaba en llenarse de cáscaras de cacahuates, de naranjas, cajitas vacías de chiclets y de todo lo que se comía; todo esto mientras no dieran las diez de la noche, porque al primer aviso de que se iría la luz todo aquello era de irse corriendo a sus casas. Al tercero, el pueblo se quedaba casi en obscuridad, sólo alumbrado por aparatos de petróleo y mecheros de los comerciantes que seguían vendiendo.

Más arriba, por la calle real era el momento en que Sofía Trujillo aparecía también para vender sus productos: atole, tamales y pozole que uno que otro chiquillo desvelado le ayudaba a bajar de La Loma y se instalaba en el callejón de mi tío José Gutiérrez y de Aguayo (donde ahora vive Raul Trujillo)

La mañana siguiente no era muy del agrado del jardinero en turno, hijo de mi tío Chencho Gutiérrez, quien ocupó por mucho tiempo el cargo y dejó como herencia a su hijo Toño, que se esmeraba con grandes escobas de varas rojas o de huinar en la limpieza del jardín.

Y sí, muy temprano el Sr. Cura oficiaba la misa del Viernes Primero y satisfechos de haber cumplido con la asistencia y realizado sus compras regresaban las familias en fila india, en sus monturas o en el camión, a sus ranchos para continuar con sus labores y esperar el siguiente mes llenos de fervor la llegada del VIERNES PRIMERO.

Nota. Las personas a las que me refiero las nombro sin ningún ánimo de ofender, más bien como un recuerdo, la mayoría ya descansando en paz.

Con el gusto y cariño de siempre los saluda.

C. D. Ramón Godínez Gutiérrez.


Morelia, Michoacán. Abril de 2010.

1 comentario:

Unknown dijo...

Hola, buen día
de casualidad alguien podría proporcionarme el teléfono de la Parroquia de la Anunciación de Villa Victoria, Michoacán?
Muchísimas gracias!