
. . . Clac, clac, clac, clac sonaban los cascos con herraduras de los animales en las piedras lavadas de la calle real, era tiempo de lluvias. Llegamos a "El reparo" y quise voltear a mirar al pueblo pero, estaba en obscuridad completa, en ese tiempo no había luz eléctrica, solo escuché ladridos de perros y cantar de los gallos. . .
C. D. RAMON GODINEZ GUTIERREZ.
Monin, en su adolescencia. Etapa de la cual nos narra algunos episodios.
Regresé enlodado y con los tenis Súper Faro que había estrenado porque era domingo y era día de baño y cambio de ropa para ir al jardín a dar la vuelta, tomarse una Pepsi o un orange con cacahuates que eran los refrescos oficiales del puesto de mi tío Everardo.
Después del regaño de mi Papá, me dijo: -Ponte de acuerdo con José Trujillo (El Correo) porque mañana te vas a Colima a estudiar-. Una oleada caliente recorrió mi cuerpo. Cumpliendo con el mandato, encontré a José, le hice el comentario y me dijo: sí, mañana a las tres de la mañana paso por ti.
Todo fue de prisa, el resto de la tarde y noche en el arreglo de ropa y papeles. Mi Papá me preparó unos virotes con sardina para el viaje. Mi Mamá me cosió la bolsa de la camisa donde llevaba 300 pesos para la inscripción y la comida de un mes.
Y sí, mi papá me levantó a las 2 de la mañana para estar listo y no entretener a José. A poco rato el grito de José. ¡Vámonos Monín! Con el corazón a punto de salírseme, agarré un maletín donde llevaba mis pertenencias y después de la bendición de mi Mamá y recomendaciones de mi Papá, me subí al caballo que José traía para mí.
El inició la marcha halando tres bestias mulares y mi penco al último, el cielo estaba estrelladísimo como nunca lo había visto (no me levantaba tan temprano).
Monín con un grupo de amigos y compañeros estudiantes, un poco más grandes, esperando abordar la avioneta de Don José Covarrubias.
Clac, clac, clac, clac sonaban los cascos con herraduras de los animales en las piedras lavadas de la calle real, era tiempo de lluvias. Llegamos a "El reparo" y quise voltear a mirar al pueblo pero estaba en obscuridad completa, en ese tiempo no había luz eléctrica, solo escuché ladridos de perros y cantar de los gallos. Yo con miedo, pues tenia 13 años y me agarraron dos temores muy grandes. Pasar por “Los platanitos” donde había una cruz de madera y en las pláticas del jardín por las noches con la chiquillería aseguraban que se aparecía el muerto y el otro, “El uvalán del descanso” donde decían que allí descansaban con los muertos que llevaban a enterrar al panteón de Villa y que al pasar, se les subían en ancas a los de a caballo.
Las cascaritas de basquetbol no podían faltar en los períodos vacacionales. Aquí posando con los miembros del equipo "Penurias"
Pasamos “Los platanitos” José gritando y halando la recua, yo con el corazón en la garganta. Después, la pasada por “El uvalán del descanso”. Traté de adelantarme pero José no me dejó y quedé de nuevo hasta atrás. El cabello erizado los ojos cerrados y presintiendo que en cualquier momento tendría un muerto en ancas de pronto un grito: ¡Apúrate, no te quedes atrás! Yo no quería ni espuelear al caballo y lo dejé que siguiera a los demás.
Pasados los sustos seguimos por el camino al “Zipimo”. Buen rato caminando por el arroyo de la barranca y en obscuridad completa. De vez en vez, José prendía su lámpara de mano, llegando a “El Puerto de la Mula” casi al amanecer; después en los corrales de ordeña, José se empezó a invitar una palomita, creo que se tomó tres y no le hicieron daño. Por mi parte, di cuenta de unos de los virotes y mas delante pasamos a almorzar con unos conocidos de José donde nos dieron unas hojitas de limón, tortillas calientes, frijoles con jocoque y queso fresco, dio las gracias y yo no hice por preguntar del costo del desayuno.
Durante las vacaciones decembrinas, Monín no pierde la oportunidad de visitar Villa Victoria, aquí posa para la foto junto con su compañero de travesuras de adolescencia Jorge Valladares.
No acostumbrado a montar por tanto tiempo, a poco rato me empezaron a doler las piernas y comenzamos a bajar por “El espinazo del diablo” donde la lluvia comenzó a caer y los animales eran los que elegían por donde bajar. Yo, agarradísimo de la cabeza de la silla a punto de irme hacia delante por los resbalones de las patas del caballo. Por fin bajamos y llegamos al “Plan de Chacalapa” al lodazal, hubo momentos en que me bajaba del caballo por el dolor ya insoportable de piernas. Llegamos a Coahuayana a las 3 de la tarde.
No había puente en el río, además con la lluvia estaba crecido y no se podía pasar en esas condiciones en la canoa; tuve que dormir en ese infierno de calor y moscos que era en ese momento. Otro día a las 12 pudimos pasar a la otra orilla, nos subimos todos los pasajeros a un autobús Flecha Roja que nos llevaría hasta Colima a donde llegamos a eso de las 8 de la noche por desperfectos de dicho camión entre Tecomán y Colima.
Me inscribieron en el colegio Salesiano, donde estudiaban los hijos de Don Adolfo Pineda y mi compadre Hugo Larios. Así, de esta manera me inicié en el tema del estudiante de secundaria espero no te hayas aburrido con la intrascendencia de mi vivencia.
Los saluda con afecto y cariño.
C. D. Ramón Godínez Gutiérrez
“Monín”
1 comentario:
hola yudita, de mi no te acordaste al pasar x algun lugar? lily. saludos para todos los chinicuilences.
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