Villa Victoria,Chinicuila Michoacán.

viernes, 24 de julio de 2009

Estimados visitantes del blog, sabíamos de buena fuente que el Profr. Ramiro Alcántar Serrano, estaba preparando un anecdotario o travesudiario -como sería más conveniente llamarle-. Al parecer está próximo a ser publicado. Debemos agradecer a Judy Trujillo su labor de convencimiento para que Ramirito, como afectívamente le conocemos, nos permitiera publicar una de sus travesuras como un pequeño adelanto de lo que será su segundo trabajo y que estamos ansiosos de leer. A continuación esta travesura de la infancia feliz del Profr. Ramiro Alcántar, la cual ha titulado:


COCO SECO


Dicen que la ociosidad es la madre de todos los vicios, pero también, cuando se es chico y comienza uno a despabilarse, es la madre de las ocurrencias. En este caso andaría yo entre los ocho o nueve años de edad, es decir, a la troche y moche, nada más inventado travesuras. Como la primera del día, pienso en llevarle un regalo a Emilia González, que vivía a unos pasos de mi casa. Para esto tenía primero que conchabarme a un cómplice para redondear la trama.


Una vez trazado el plan, mi contlapache y yo nos dimos a la tarea de buscar un “granadillo”, ya que estos árboles albergan bonches de “rozetillas” grandes, gordas y de vivos colores verdosos.

-Ahí está uno- Dice el compañero- Quien quitare tenga.

En un cucunucho de papel metimos uno de los gusanos más grandes. Ya en la casa, camelando para no ser sorprendido, esculcando aquí y allá, me encontré una cajita para regalo entre los tiliches que mi madre guardaba y ahí fue a dar el invertebrado obsequio.

Emilia era, porque yo creo que en Guadalajara a donde se fue a radicar ya no ejerce esta profesión, una gran modista. Intima amiga de mi madre y de todas sus confianzas, algo que, por mis impertinencias, no supe aquilatar.

-Emilia . . . aquí te manda mi mamá este regalo, que a ver si te gusta-

Le dije al encontrarla sentada frente a su máquina confeccionando una tela.

-¡Cómo! . . . pues muchas gracias-

Contestó sorprendida y empezando a desenvolver el presente.


Nunca me imaginé que le tenía pavor a esa clase de bichos. Al ver al monstruo inició unos alaridos y en un dos por tres se armó un sanquintín que no estaba en mis planes.

Llega mi madre asorada y con cara de mortificación pregunta. -¿Qué pasa Emilia?

Yo puse pies en polvorosa en busca de lugares más tranquilos donde digerir el margallate en el que me había metido.

Sentado en la banqueta de la casa de la tía Lupe Trujillo, compungido por el problema, vi venir a la que me trajo al mundo mostrando un rostro desencajado de la ira.

Donde ahora es la escuela primaria, la única casa de material de Don Abigaíl Ruíz, pero había otras con grandes solares rodeados de palos atravesados. En uno de esos predios estaba un gigantesco tamarindo, frondoso y medio gateado. Alrededor existía un patio limpio y parejo a donde acudíamos manchas de chiquillos por las tardes.

-¡No corras Ramiro . . . de esta no te escapas ni en el fin del mundo… te tengo que agarrar!

- Gritaba mi jefa.

Le dimos dos vueltas a la manzana. En un santiamén brinqué una cerca y me encaramé al tamarindo.

-¡Bájate . . . eso que hiciste no tiene nombre y no se va a quedar así nomás!

- La voz de Doña Vita amenazante, insistía; pero viéndome a salvo, se me ocurre decirle:

-¡Que me duras coco seco en un kilo de panocha!

Ante esta afrenta optó por no decir nada y se retiró a la casa. Al poco rato empezaron a llegar los amigos e iniciamos el holgorio de canicas, trompos, runfaderas, etc.

Con la diversión se me olvidó que le acababa de echar mocos al atole.

Ya oscureciendo, llego muy quitado de la pena a mi hogar, me siento en la mesa y solicito.

¡Mi nata por favor!

- Siempre me gustó la nata de la leche con frijolitos -

Mi madre sale de la cocina, atraviesa el corredor y se pone a doblar una pajuela de las que usaba mi padre.

-¡Chin . . . el coco seco!-

Traté de escapar de nuevo a mi destino pero la única salida ya estaba copada.

-¡Mira recabrón . . . se te juntaron dos . . . el regalito y el coco seco!

Me puso una chinga de padre y muy señor nuestro hasta que la pobre se desahogó sentenciándomela.

-¡Ahorita . . . pero más pronto que yá . . . vas y le pides disculpas a Emilia . . . élla me va a decir si fuiste o no y como no lo hagas, te puedes componer con la ronda de los piteros!



Con la Autorización del Autor Profesor Ramiro Alcántar Serrano y copiado fielmente de la obra CHINICUILA (ENTRESIJOS) que próximamente saldrá a la venta.

1 comentario:

Briseida Osorio Mendez dijo...

JAJAJA y JA Que chistoso!!....Gracias por compartir la travesura y la santa paliza con todos nosotros :) En donde podemos conseguir el libro? Alguien avisenos por favor me encantaria tenerlo en mi colecion. Saludos para todos!