. . . por las mañanas el camión recogía los bastimentos para llevarlos a los trabajadores y así se impregnaba de deliciosos olores de diferentes comidas que estoy seguro que entre todos ellos: los trabajadores, compartían . . .
Finalizaron las lluvias y había llegado el mes de Octubre, el pueblo aún sumido en la humedad que había dejado el temporal y escaseado de todo, tanto en alimentos, bebidas, enseres domésticos, combustibles, etc. se preparaba nuevamente para su vivir después de las lluvias.
Las mujeres, acostumbraban sus paseos por la tarde a la "Lomita del Burro" donde disfrutaban de solaz esparcimiento, después de las duras faenas propias de las Amas de casa Chinicuilenses. En la fotografía se ditinguen las Sritas. Bertha Trujillo Serrano, Ernestina y Ofelia Trujillo Gutiérrez y la Sra. Rosa Serrano de Trujillo. Foto cortesía de Fernando Trujillo Serrano.
En las reuniones del jardín o los portales las conversaciones se referían a la reanudación del servicio de los carros a Colima.
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¡Que mañana se van a trabajar a la carretera! Y sí. El camión de carga muy temprano transportaba picos, palas, carretillas, machetes, azadones y toda herramienta que sirviera para iniciar la reparación de la brecha que conduciría hasta el Río Grande.
Un ejército de trabajadores comandados por mi tío Benjamín Trujillo se preparaba para ir tapando pozos, retirando enormes piedras, derrumbes, haciendo zanjas para desviar el agua de barranquillas que había dejado el temporal. Así día a día se avanzaba en la reconstrucción del camino.
En 1923, Don Benjamín Trujillo Verduzco y la Sra. Piedad Gutiérrez Gutiérrez, la pequeña en brazos es la primogénita del matrimonio por ellos conformado: la Sra. Raquel Trujillo Gutiérrez Vda. de Larios. Don Benjamín Trujillo, promotor incansable de la comunicación terrestre a nuestro pueblo. Fotografía cortesía del Dr. Nicanor Trujillo
Por las mañanas el camión recogía los bastimentos para llevarlos a los trabajadores y así se impregnaba de deliciosos olores de diferentes comidas que estoy seguro que entre todos ellos los trabajadores compartían.
Y no faltaban los accidentes, como alguna fractura, cortadas, torceduras, etc. pero había que continuar. La meta era llegar al Río Grande y así conectar con el carro que había quedado del lado del estado de Colima.
Después de 15 ó 22 días de intensos esfuerzos, y sorteando caudalosos ríos llegaba la noticia. ¡Ya llegaron al Río Grande! Y la gente se alegraba, era finales de Octubre, había que ir a
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Asoleados en el playón del río, esperando el turno para atravesar en canoa y bajo los gritos de advertencia de que nadie se mueva dentro de ella y con los pelos de punta lográbamos cruzar del otro lado y ya al obscurecer llegábamos a Colima.
En aquellos años "La Feria de Todos Santos" como es conocida en la Cd. de Colima, era celebrada en los espacios del monumental Jardín Nuñez. La presente fotografía justamente remata en este Jardín típico de la Ciudad de las palmeras y lugar, actualmente, muy concurrido por los paisanos Chinicuilenses que visitan Colima.
Y no importaba el cansancio, había que ir a la feria, que para nosotros era un deleite a nuestra corta edad ver tantas luces, tantos juegos, tantos dulces, frutas y golosinas y lo más deseado: comerse un algodón de azúcar, subirse a la rueda de la fortuna, manejar un carrito chocón y sorprenderse con la mujer araña, convertida así porque desobedeció a sus Padres. Escuchar los gritos de los merolicos, quienes con sus micrófonos atados al “pescuezo” , decían tantas palabras por minuto con tal de vender sus mercancías: ¡ándele, ay le va, orale, a ver tu rene, rene, renegrido de mugre (refiriéndose a su ayudante) pásale esta sartén a la señora pa’ que le cocine sus buenos huevitos al marido, órale, dáselo, órale, señora, agárrelo ¿que son cinco del águila? ¡ándele que al fin y alcabo el viejo pelón ni cuenta se va a dar! Y así por el estilo.
Después de dos o tres días, el regreso. Llenos y regocijados por lo experimentado y cargando una bolsa de ixtle de colores, muy usadas en ese entonces, perfumada con una rica variedad de olores por su contenido de perones, naranjas, piñas nueces, colaciones, rollos de guayaba, alfajores, cocadas, dulces de queso de tuna, que traían de San Luis Potosí, cajetas de Sayula, cacahuates en fin, toda una variedad de exquisiteces. Luego la reunión en el jardín por la noche ante el asombro e incredulidad, boquiabiertos y cruce de miradas de la chiquillería luego de escuchar lo vivido.
Distingo en la presente fotografía al Profr. Roberto Luis Esparza Cortina, espero que Uds. amigos puedan identificar a los demás. Espero sus comentarios para hacer la edición que corresponda. Me llama profundamente la atención la construcción de la vivienda de "pajarete" lástima que ahora estén desapareciendo estos sístemas de construcción de viviendas en nuestra región.
También era fin de año escolar, había que prepararse para los exámenes finales o como nos decían “Ya va haber las pruebas” y todos nerviosos, primero pasaban las mujeres al examen y luego los hombres, y así apurados coloreando los mapas, mandando hacer los palitos maqueados con los carpinteros para colocarlos en los extremos de las cartulinas o a veces cartoncillos que era más corriente y las niñas mostrando sus artes manuales en un salón acondicionado a propósito para que los Papás vieran lo realizado por sus hijos durante el ciclo escolar; para luego en cada salón el Profesor delante de los Padres, realizaba un examen oral a todos sus alumnos y que en ocasiones no a todos nos iba tan bien y había que sufrir la vergüenza.
La entrega de boletas con calificaciones y las preguntas: ¿Con cuánto pasaste? ¡Puros dieces! otros con nueve, otros con ocho, con siete o de panzazo con seis, y a veces el llanto de alguien arrinconado en la esquina del salón mirando su boleta que decía reprobado, lo cual significaba que tendría que repetir año.
La fiesta de fin de año y la despedida de nuestra querida Escuela acompañada con las tradicionales GOLONDRINAS que no a pocos les hacían derramar lagrimas. Y así terminaba una etapa, e iniciaba otra para muchos, había que salir del terruño; algunos a las secundarias a Coalcomán, Colima, Morelia, Guadalajara y otros más, hasta el Distrito Federal.
El pueblo, poco a poco tomaba su curso normal y ya a finales de noviembre o principios de diciembre, cuando más bajaba su caudal el río Grande, se preparaban para la construcción del puente de vigas, que nos conectaría a Colima, pero había ocasiones en que a los pocos días de su terminación nuevamente llovía y el puente desaparecía, era de estar con el Jesús en la boca para que dejara de llover.
Después de sus labores cotidianas, los hombres, se reunían en cualquier esquina para comentar las noticias del día, echar plática, recordar anécdotas o simplemente pasar el tiempo. En la fotografía podemos distinguir a los Sres. Isidro Pineda Gutiérrez, Rafael Trujillo Chacón (qepd) Jorge Pineda Gutiérrez, Francisco Serrano Gutiérrez (qepd) y J. Trinidad Pineda Gutiérrez en la esquina de la tienda de abarrotes del Sr. José Trujillo Mendoza (qepd)
Así, de nuevo el pueblo y sus rancherías de los alrededores se preparaban para las fiestas de
Los comerciantes que en sus puestos exhibían sus mercancías para que así el Niño Dios fuera tomando nota de los regalos para el día 25, que muy de mañana ya presumíamos en el jardín como aquellos hermosos carros de carga de lamina de hojalata de diferentes colores, y que cargábamos con piedritas, arena, palitos simulando leña, y jalábamos con un largo pabilo blanco, algunos otros con sus caballitos de otate y cabeza de cartón, simulando arrancones y retando a otros chiquillos a una carrera. Las niñas con sus muñecas de cartón de cachetes rojos repintados y del olor inconfundible del papel , engrudo y pintura, otras más afortunadas con muñequitas de plástico que al apretarlas lloraban y cerraban y abrían sus casi siempre ojos azules; había quienes jugaban a las comiditas con sus juegos de Té, en fin gran variedad de juguetes y como siempre a alguien que solo se conformaba con oír y ver los regalos del Niño Dios y ver si alguno de los afortunados le prestaba un ratito su carro para darle una vuelta en el jardín, motivo que lo llenaba de gozo, ya que a su casa no se había asomado el niño Dios.
Y sí. El mes de diciembre que para mí siempre era el más esperado por todo lo que reunía. Llegaba enero, los visitantes regresaban a sus hogares, escuelas y otros destinos y nuevamente a esperar otro año, DESPUÉS DE LAS LLUVIAS.
Con el cariño y el afecto de siempre, los saludo
C. Dentista Ramón Godínez Gutiérrez.
Morelia, Michoacán febrero de 2011
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